Prohibición Clonación

LA PROHIBICIÓN TOTAL DE LA CLONACIÓN SE ABRE TERRENO EN LA ONU
Las propuestas enfrentadas dividen a las naciones miembros

NUEVA YORK, 18 octubre 2003 (ZENIT.org).- Las Naciones Unidas están escuchando una vez más las razones para una prohibición mundial de la clonación humana. Un grupo de trabajo del Comité Legal escuchó evidencias sobre el tema hace dos semanas. Las audiencias no estaban abiertas al público y un encuentro plenario del comité tratará el tema este lunes 20 de octubre, según una nota de prensa de Naciones Unidas del 29 de septiembre.

La nota de prensa observaba que algunos están a favor de un proceso en dos pasos por el que se prohíba inmediatamente la clonación reproductiva, mientras que la cuestión más complicada de la clonación terapéutica se deje para más adelante. Otros quieren que ambas formas sean prohibidas, puesto que las tecnologías son virtualmente idénticas. Durante los debates previos de los delegados de la ONU no se pusieron de acuerdo sobre el alcance de la prohibición propuesta y los medios para ponerla en ejecución.

Tras su semana de deliberaciones, el grupo de trabajo de la ONU permaneció bloqueado sobre si apoyar la prohibición total o la parcial, informó el 3 de octubre Reuters.

La agencia de noticias decía que un grupo de 40 naciones, lideradas por Costa Rica y Estados Unidos, continuaba insistiendo en un tratado que prohibiera tanto la clonación reproductiva como la terapéutica. Este último procedimiento clona embriones humanos para investigación médico. En contraste, un grupo de 14 gobiernos, la mayoría de ellos europeos pero también Japón, Brasil y Sudáfrica, defendía una rápida prohibición de la clonación reproductiva, pero querían dejar el tema de la clonación terapéutica a los gobiernos individuales.

La representante de Estados Unidos, Ann Corkery, defendía que un tratado que permita la clonación experimental «sería esencialmente autorizar la creación de un embrión humano con el propósito de matarlo extrayendo sus células madre, poniendo por encima del valor de una vida humana, el valor de la investigación y la experimentación».

Cuestiones éticas
Desde el principio, la delegación de la Santa Sede ante las Naciones Unidas ha pedido una prohibición total de la clonación humana. Antes de la relación de las últimas audiencias, L’Osservatore Romano, el periódico semioficial del Vaticano, publicó una nota el 7 de agosto explicando la posición de la Santa Sede. Fue seguida de una serie de artículos sobre clonación, escritos por Roberto Colombo de la Academia Pontificia para la Vida.

La nota explicaba que no había diferencias esenciales en los procedimientos científicos utilizados en la clonación reproductiva o terapéutica. En ambos, se produce un embrión humano por clonación. La diferencia estriba en el uso posterior del embrión. En el caso de la reproducción el embrión es implantado en un útero, mientras que en la clonación terapéutica el embrión se utiliza para la investigación, por ejemplo, para la producción de células madre.

La nota añadía que la Santa Sede no se opone a la producción de células madre de adultos. Ni se opone a la producción de células producidas por medios que no impliquen la utilización destructiva de vida embrionarias, incluidas las congeladas. La nota juzgaba lícito el quitar células o tejidos de embriones que han muerto espontáneamente.

El 29 de septiembre, el arzobispo Celestino Migliore, observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, dirigió un discurso al grupo de trabajo en el que defendía la prohibición total de la clonación humana. «Necesitamos apoyar el avance de las ciencias biológica humanas para beneficio de todos los miembros de la familia humana», afirmaba. Sin embargo, «la clonación de embriones humanos para producir células madre para un potencial uso terapéutico no sólo ha fallado en el cumplir cualquier promesa científica verificable, sino que también levanta serias cuestiones éticas».

Permitir la clonación terapéutica «requiere la producción de millones de embriones humanos con la intención de destruirlos como parte del proceso de usarlos en la investigación científica», advertía Mons. Migliore. Explicaba que, aunque un embrión humano en los primeros estados de desarrollo no pueda ser implantado en una matriz, es «no obstante un individuo humano, con una vida humana, y en evolución como organismo autónomo hacia su total desarrollo. Destruir este embrión es una supresión deliberada de una vida humana inocente».

Trasfondo legislativo
En uno de sus artículos, Roberto Colombo observaba que muchos países ya han declarado su deseo de una prohibición de la clonación humana. Antes del anuncio en 1997 de la primera oveja clonada en Escocia, algunos países habían prohibido explícita o implícitamente la clonación humana. Entre ellos estaban Brasil, Canadá, Alemania, España, Suecia y el Reino Unido. Tras la agitación causada por la clonación de la oveja, otras naciones introdujeron la prohibición de la clonación humana -Argentina, China, Italia y Estados Unidos.

En enero de 1998, el Consejo de Europa añadió a la Convención de Oviedo de 1996 un protocolo que prohibía estrictamente la clonación humana. Y una resolución del Parlamento Europeo del 7 de septiembre del 2000 denunciaba la clonación humana y pedía a la ONU la prohibición mundial.

El pasado 20 de noviembre el Parlamento Europeo votó 293 contra 129 para que se volviera hacer una petición para prohibir la clonación humana, incluso aunque muchos gobiernos europeos están a favor de una prohibición sólo parcial por parte de las Naciones Unidas. Declarando que «se debe respetar la vida y la dignidad de los seres humanos, sea cual sea su estadio de desarrollo y su estado de salud», los parlamentarios añadían que «se oponen a cualquier forma de investigación o utilización de las ciencias de la vida y la biotecnología que vayan contra este principio fundamental». Además, el Parlamento «repite su insistencia de debería haber una prohibición universal y específica a nivel de las Naciones Unidas sobre la clonación de seres humanos en todas sus etapas de formación y desarrollo».

Poco después, sin embargo, el senado belga aprobó una ley permitiendo la producción de embriones humanos para investigación científica, informaba Reuters el 5 de diciembre. La ley permite la clonación terapéutica, para producir células madre para uso médico y desarrollo de estudios de fertilidad, esterilidad y transplante de órganos.

Meses más tarde, la Cámara de los Lores británica rechazaba una propuesta contra la ley que permite la clonación terapéutica, informaba el 13 de marzo la BBC. Cinco Lores Legislativos rechazaron unánimemente la apelación de Pro-Life Alliance. El Parlamento votó permitir la clonación para investigación en enero de 2001.

Un portavoz de Pro-life Alliance afirmó: «Las futuras generaciones mirarán atrás con absoluto horror a la inmensa falta de respeto de este gobierno por la dignidad humana y considerarán el dictamen de hoy de la Cámara de los Lores como un capítulo extremadamente triste en la historia judicial británica».

El derecho a la vida
En uno de sus artículos, Colombo explicaba cómo había aumentado en los últimos años la presión para permitir la clonación terapéutica. Los investigadores han insistido en la necesidad de células madre embriónicas para llevar a cabo experimentos que sostienen que proporcionarán la posibilidad de encontrar curas para graves enfermedades. Colombo defendía que las promesas hechas en estos llamamientos han sido «exageradas, más allá de cualquier pronóstico realista de los mismos expertos, por intereses a veces extraños a su contexto científico y médico».

Colombo observaba que algunos han invocado el concepto de la libertad de la ciencia para justificar la investigación usando embriones humanos. Sin embargo, la libertad de investigación no es lo mismo que la libertad de pensamiento o de investigación científica en general cuando el objeto de experimentación es un sujeto humano, apuntaba.

En cuanto a las esperanzas de dar beneficios para la salud de la investigación, Colombo explicaba que extraer células madre de embriones clonados es una violación del derecho a la vida del embrión humano, que es destruido en el proceso.

«Preservar los derechos a la ‘salud’ y a ‘beneficiarse del progreso científico’ de los actualmente ya nacidos no puede lograrse violando el derecho a la vida de quienes están sólo en las primerísimas etapas de su desarrollo prenatal», escribía Colombo. Los personas que respetan y defienden la vida esperan ser escuchados en las Naciones Unidas .
ZSI03101802

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