Espirtualidad cristiana y Mariana Dra. Deyanira Flores

II. En qué consiste la Espiritualidad Cristiana

 

¿En qué consiste esa vida espiritual a la cual hemos sido llamados todos por Dios? Podemos sintetizarlo en tres afirmaciones fundamentales:

La vida espiritual es vida en el Espíritu Santo que habita en nosotros (Rom.8, 9); es caminar “no según la carne sino según el Espíritu” (Rom.8, 4; cf. 8, 5-10; Gal.5, 25; 6, 7-8). Por medio del Bautismo nos convertimos en templos vivos del Espíritu Santo (cf. 1Cor.3, 16-17; 6, 19; 2Cor.6, 16; Jn.14, 17; Ef.2, 21-22). ¡No contristemos al Espíritu de Dios! (cf. Ef.4, 30). Dejémonos iluminar y guiar a cada paso por este “dulce huésped de nuestras almas” con docilidad cada vez mayor (cf. Jn.16, 13-15; 1Cor.2, 6-16; 12, 8.10; Ef.1, 17; 1Jn.2, 27). El Espíritu Santo “derrama en nuestros corazones el amor de Dios” (cf. Rom.5, 5; Gal.5, 22); aboga por nosotros (Rom.8, 26-27); nos fortalece (He.1, 8; Ef.3, 16; 2Tim.1, 7); nos santifica (Rom.8, 4-13; 1Cor.6, 11; Gal.5, 16-25; 2Tes.2, 13); nos transforma en Cristo (2Cor.3, 18); Él “vivificará nuestros cuerpos mortales” (Rom.8, 11), en la vida y en la muerte conformándonos perfectamente a Cristo (cf. Gal.2, 20) (19).

La vida espiritual a la cual hemos sido llamados es vida en Cristo (cf. Gal.2, 20; Fil.1, 21). Es vivir por Cristo, con Él, en Él y para Él. Es participar, por medio de la gracia, en lo que Cristo es por naturaleza: Dios, Hijo de Dios, Mediador, Redentor, Sumo Sacerdote, Profeta, Rey, Intercesor, Evangelizador, Luz del mundo. Es hacer lo que Él hace, haciendo nuestros Sus sentimientos (cf. Fil.2, 5; Mt.11, 29; Ef.4, 20-24; 5, 1; 1Pe.2, 21). Es adherirnos totalmente al Señor “para ser un espíritu con Él” (cf. 1Cor.6, 17; Rom.8, 9).

Por medio del Bautismo nos volvemos miembros del Cuerpo de Cristo (Ef.1, 22-23), hijos en el Hijo, y coherederos con Él del reino de los cielos. Él quiere que seamos uno con Él (cf. Jn.17, 21-23; Jn.15, 1-6). ¡Vivamos de manera digna de nuestra Cabeza Divina! (cf. Col.1, 10; Ef.4, 15). Nuestra vocación consiste en conformarnos cada día más a Cristo, hasta alcanzar la plenitud de Su vida en la tierra (Ef.4, 13). Escondidos en Él (cf. Col.3, 3), ¡abracemos Su Cruz, suframos y muramos con Él, para poder resucitar con Él a la vida eterna!

La vida espiritual es la vida que corresponde a los hijos del Padre celestial. En el Bautismo recibimos el don inefable de la gracia santificante, que nos hace verdaderos hijos de Dios, y las virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo, que nos hacen capaces de vivir esta vida divina.

Como hijos del Padre y con Su gracia, nuestra vida debe estar totalmente orientada hacia Él, tal como nos lo enseñó Jesucristo con Su ejemplo y Su palabra, amorosa y prontamente obedeciendo Su Divina Voluntad en todo, confiando plenamente en Su Divina Providencia, humildemente sirviendo Su eterno Plan de Salvación, amándolo a Él con todo nuestro ser y al prójimo como a nosotros mismos.

En síntesis, todos estamos llamados a ser hijos de Dios, conformándonos totalmente a Jesucristo, por medio de una docilidad perfecta a la acción del Espíritu Santo en nuestras almas.

 

III. La Espiritualidad Mariana:

elemento esencial de la Espiritualidad Cristiana

 

La Espiritualidad Cristiana es una sola. Es una vida sobrenatural vivida por todos en la Iglesia merced a la misma gracia divina, “por la misma fe en Su palabra, la misma esperanza en Sus promesas, con el mismo amor en el corazón” (20), alimentada por la misma Sagrada Escritura y los mismos Sacramentos, con la misma finalidad: la gloria de Dios y la salvación propia y del prójimo.

Sin embargo, es posible y legítimo hablar de diferentes “espiritualidades” dentro de esta única Espiritualidad Cristiana, las cuales han ido surgiendo a lo largo de la historia de la Iglesia como consecuencia de la extraordinaria riqueza de la vida que Cristo nos da y la multiplicidad de las gracias que el Espíritu Santo derrama sobre la Iglesia.

La vida espiritual consiste en la “reproducción” de Cristo en nuestras almas. Pero al hacerlo, es posible acentuar más un aspecto u otro de Su vida, lo cual imprimirá un carácter especial y distintivo y dará lugar a lo que llamamos una “espiritualidad” determinada (21). También pueden variar el modo o proporción en que se utilizan los medios que favorecen la vida espiritual, las formas de apostolado escogidas, el conjunto de normas que rigen una determinada Congregación y la doctrina formulada a partir de los escritos de un fundador (22). Cada persona es libre de escoger aquella “espiritualidad” que esté más de acuerdo con su vocación en la vida.

¿Dónde colocamos la Espiritualidad Mariana? ¿Es una más entre estas “espiritualidades”, como la benedictina o carmelitana? De ninguna manera. La Espiritualidad Mariana no está al mismo nivel que estas espiritualidades; no es sólo para algunas personas o para una escuela de espiritualidad en particular; no se trata de algo subjetivo: “me ayuda tener devoción a María”, como me pueden ayudar la práctica de la Lectio divina o los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola (+1556). La Espiritualidad Mariana es parte integrante e indispensable de todas las diferentes “espiritualidades” cristianastodas deben incluirlaporque es un aspecto esencial de la Espiritualidad Cristiana” (23). Al igual que la gracia es un aspecto fundamental de la vida espiritual, y no puede existir una espiritualidad que la enfatice más o se sirva más de ella, pues todos la necesitan por igual, así la Santísima Virgen es necesaria en la vida espiritual de todo cristiano.

La Espiritualidad Mariana y la Espiritualidad Cristiana son inseparables, como María es inseparable de Cristo. La Espiritualidad Mariana no está en paralelo o en competencia con la Espiritualidad Cristiana, sino que es un elemento intrínseco, indispensable, de la misma. Es garantía de toda auténtica espiritualidad cristiana. Pertenece a toda la Iglesia, y siempre ha sido una constante de su historia. La relación con la Madre, que el Hijo de Dios se escogió para sí mismo y para nosotros, es parte integrante del ser cristiano. No hay vida espiritual en cuyo desarrollo no intervenga la Madre de Cristo y Madre nuestra.

El motivo es muy claro: el lugar único que la Virgen María ocupa en la Economía Divina de la Salvación, lo cual a su vez hace que le corresponda un lugar indispensable y prominente en la Liturgia, que celebra y conmemora el Evento Cristo, y en la vida de la Iglesia y de todo cristiano.

 

IV. En qué consiste la Espiritualidad Mariana

 

¿Qué se entiende por Espiritualidad Mariana? Podemos verlo desde dos puntos de vista: el de la Virgen María como persona, y el de la Santísima Virgen en su relación con nosotros.

Desde el punto de vista de la Santísima Virgen como persona, Espiritualidad Mariana es la forma concreta como María de Nazaret vivió la Espiritualidad Cristiana; es la espiritualidad de María. María es la primera cristiana: en ella se cumplen de primero, y de forma totalmente perfecta, todas las características de la Espiritualidad Cristiana. La Espiritualidad Cristiana es vida en el Espíritu Santo, y María es la obra maestra, el Santuario viviente y permanente, la dulce y fecunda Esposa del Espíritu Santo. Es vida en Cristo, y María es la criatura más perfectamente transformada en Él, aquélla que como ninguna otra puede exclamar: “No soy yo quien vivo, ¡es Cristo quien vive en mí!” (Gal.2, 20). Es vida de hijos de Dios, y María es la hija predilecta del Padre, totalmente consagrada a Su Divina Economía, en constante y amorosa obediencia a Su Divina Voluntad hasta en los más mínimos detalles. Por eso es nuestro mejor modelo después de su Hijo Jesucristo.

Ahora bien, los rasgos característicos de la vida espiritual de todos los Santos están relacionados con la misión particular que Dios les ha encomendado. En el caso de la Virgen María, a su perfecta vida espiritual corresponde una misión única, de alcance universal, en favor de todos los seres humanos en general y de los cristianos en particular. Ella tiene un papel indispensable, querido por Dios, en la vida espiritual de todos los redimidos por Cristo. Este segundo punto, a saber, la Santísima Virgen en su relación con nosotros, se puede subdividir en tres aspectos:

1. La Virgen María cooperó a hacer posible nuestra vida espiritual por medio de su Maternidad Divina y su Cooperación en la Obra de la Redención.

2. La Virgen María colabora en la vida espiritual de cada persona por medio de su Maternidad Espiritual y su Mediación universal para que crezca hasta la perfección a la que está llamada, cooperando con el Espíritu Santo en la formación de Cristo en nosotros.

3. Nuestra respuesta a la acción de María en nuestra vida espiritual. La acción o “influjo salvífico” (24) de la Virgen María no es unilateral; también hay una parte que nos toca a nosotros, una respuesta personal que debemos dar a su acción en favor nuestro. Jesucristo nos la dio por Madre, con todo lo que esto implica (cf. Jn.19, 25-27). Nosotros debemos recibirla en la casa de nuestra vida personal, de nuestro corazón, entre las cosas propias de un verdadero seguidor de Cristo (25).

El propósito del presente trabajo es ahondar en el tema tan importante de la Espiritualidad Mariana. Para mayor facilidad, lo haremos enfocándolo desde cuatro puntos: la espiritualidad de María, su cooperación a hacer posible nuestra vida espiritual, su cooperación actual y nuestra respuesta. Todos ellos están avalados por la Sagrada Escritura y se encuentran constantemente presentes en la Tradición y el Magisterio de la Iglesia.

 

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