Postulador canonización del Padre Kentenich

habla sobre Schoenstatt

 

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Schönstatt cuenta ya con 180 santuarios iguales en todo el mundo
Habla el postulador de la causa del fundador de este movimiento

CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 12 enero 2007 (ZENIT.org).- El Movimiento Internacional Schönstatt ya tiene 180 capillas alrededor del mundo que enriquecen «la geografía de la fe» de la Iglesia.
 
Son santuarios copia del original en Alemania, lugar de origen de este movimiento apostólico.
 
Lo ha contado a Zenit el padre Ángel Lorenzo Strada, vicesuperior general de la comunidad de los padres de Schönstatt, y postulador de la causa de beatificación del fundador, el padre Josef Kentenich (1885-1968).
 
El padre Angel Lorenzo Strada (Córdoba, Argentina, 1939) reside en Alemania desde 1984. Sobre la causa de beatificación revela que pronto finalizará la etapa diocesana, en Tréveris (Trier), Alemania–, y después iniciará la fase romana.
 
Son 25.000 los escritos no publicados ya recogidos por peritos y expertos del padre fundador de Schönstatt.
 
En la entrevista, el padre Strada comenta la dimensión mariana del Movimiento y de los nuevos grupos que crecen en la Iglesia.
 
–¿Cuál fue la idea que motiva al padre Kentenich para fundar el Movimiento de Schönstatt?
 
–P. Strada: Desde muy joven el padre Kentenich percibe que la fe cristiana se encuentra frente a grandes y nuevos desafíos, planteados por el desarrollo de la ciencia y la técnica, la modernidad, el creciente pluralismo, la secularización…
 
Ordenado sacerdote en 1910, dos años después propone a los jóvenes confiados a su dirección espiritual que se eduquen a sí mismos, que con libertad e iniciativa propia desarrollen su originalidad y se integren activamente en la construcción de la comunidad.
 
Pocos meses después del inicio de la primera guerra mundial, el 18 de octubre de 1914, invita a los jóvenes a pedirle a la santísima Virgen que se establezca en la pequeña capilla donde están reunidos, que desde allí los eduque y derrame sus gracias.
 
Ellos se comprometen a colaborar con María mediante una intensa vida de oración y la santificación de la vida diaria. Es el acontecimiento fundacional de Schönstatt.
 
Años más tarde se lo denominará «alianza de amor» con María y constituye el centro de la espiritualidad del Movimiento.
 
Hasta el final de su vida, en septiembre de 1968, el Padre Kentenich se mantuvo fiel a su consigna de vivir «con la mano en el pulso del tiempo y el oído en el corazón de Dios».
 
Todas sus fuerzas las dedicó a la formación de «un nuevo tipo de hombre y un nuevo tipo de comunidad», capaces de encarnar y de anunciar la buena nueva del Evangelio en medio de este formidable tiempo de cambio que viven la Iglesia y el mundo.
 
–¿Y en qué fase se encuentra su proceso de canonización?
 
–P. Strada: El proceso fue iniciado en la diócesis de Tréveris, Alemania, en febrero de 1975.
 
Se han reunido gran cantidad de signos de la fama de santidad. Millares de personas, radicadas en 87 países de los cinco continentes, han certificado que recurren a la intercesión del padre Kentenich y se guían por su ejemplo de vida.
 
Alrededor de 150 testigos han prestado declaración ante el tribunal eclesiástico. Los numerosos escritos publicados ya han sido examinados. A más de 110 archivos civiles y eclesiásticos se requirió documentación.
 
Una comisión de peritos en historia de la Iglesia y en archivos se ha encargado de recoger, catalogar y evaluar los escritos no publicados, que suman alrededor de 25.000.
 
Una vez que esta comisión elabore su informe final, lo que está previsto para los próximos meses, faltará cumplimentar pocos trámites para la finalización de la etapa diocesana de la causa de beatificación.
 
Seguirá después la etapa definitoria en Roma. Es imposible predecir cuándo llegará a su fin.
 
Entre otras cosas porque se requiere un milagro para la beatificación. Y nadie puede «planificar» un milagro, sólo se lo puede implorar.
 
–¿Por qué se construyen réplicas de la capilla original de Schönstatt en todos los lugares donde se encuentra el Movimiento? ¿No es una práctica contraria a la inculturación de la fe en cada cultura particular?
 
–P. Strada: La primera réplica de la capilla original fue construida en octubre de 1943 en Nueva Helvecia, una pequeña ciudad en el interior de Uruguay.
 
El padre Kentenich se encontraba prisionero en el campo de concentración de Dachau y fue informado posteriormente. Tanto él en sus contactos con prisioneros de otras naciones que se interesaban por Schönstatt como los que tomaron la iniciativa de la construcción en Uruguay se habían preguntado lo mismo: si la capilla es la fuente de gracias y el centro espiritual del Movimiento, ¿cómo vincular personas de distintas naciones a un lugar que existe sólo en suelo alemán?
 
La multiplicación de las capillas aparecía como una necesidad ineludible. Que se mantuviera la arquitectura de la capilla fue algo espontáneo y el padre Kentenich lo interpretó como voluntad de Dios.
 
Hoy alrededor de 180 capillas de Schönstatt enriquecen la «geografía de la fe» de la Iglesia católica en los distintos continentes.
 
En realidad todo movimiento o agrupación necesita y crea signos claros de su identidad. Schönstatt los precisa más por la pluralidad de los miembros y de las formas de pertenencia.
 
Y porque siendo un Movimiento internacional no cuenta, sin embargo, con una dirección centralizada. Esto le otorga más posibilidades de inculturación.
 
–El Movimiento de Schönstatt está muy vinculado a María. ¿Por qué cree que los nuevos Movimientos tienen una atención especial a la Virgen?
 
–P. Strada: En la variedad de los carismas y espiritualidades de los nuevos movimientos eclesiales impresiona, en efecto, que  María constituye una especie de denominador común.
 
En el servicio que quieren prestar a la evangelización del nuevo milenio la Virgen representa todo un programa.
 
Pareciera que el Espíritu Santo en el siglo XX regaló a muchos fundadores y fundadoras una intuición semejante: Ella no puede estar ausente en una Iglesia llamada a ser más familia y un hogar acogedor para los hombres, promotora de la mujer y de su aporte a la cultura de los pueblos, defensora de la vida y de la dignidad de cada persona, abogada de los pobres y más necesitados.
 
Si en la plenitud de los tiempos el Redentor se hizo carne por medio de María, en estos nuevos tiempos de la humanidad precisamos que Ella nos vuelva a regalar al «Dios-con-nosotros».
 
Esta realidad iluminó la vida y el magisterio de Juan Pablo II. Lo mismo vale para el Papa Benedicto XVI.
 
Es claro que la atención especial a la Virgen no puede reducirse a prácticas piadosas, devociones particulares, fenómenos extraordinarios.
 
Una auténtica espiritualidad mariana, en la convicción del padre Kentenich, debe conducir a una honda espiritualidad cristológica y trinitaria, a una seria aspiración a la santidad y a un generoso compromiso con la misión evangelizadora de la Iglesia.   
ZS07011222

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