1948 15 de abril Carta de Santa Marïa

CARTA DEL P. JOSE KENTENICH AL P. TICK

 

La guerra había terminado y el P. Kentenich había iniciado hacía ya un año sus viajes internacionales. Al observar el desarrollo que –por fin– había empezado a tener la Obra  Familiar, escribe a su asesor en Alemania, alentando el trabajo y marcando rumbos.

Teniendo presente que en Pentecostés estaba previsto un nuevo encuentro en el que se consagraron a la Mater 19 matrimonios, escribe desde Santa María. La carta sintetiza en pocos párrafos su convicción sobre el trabajo que las familias deben realizar dentro de Schoenstatt y expone muy claramente la meta, el camino y las fuerzas de esta labor, que luego se conocerá como Acta de fundación de la Obra Familiar.

 

                                                                   Santa María, 15 de abril de 1948

Caritas Christi urget nos!

 

Al P. Tick, para la Obra de Familias:

 

Es bueno que nuevamente se reserve para sí los días de Pentecostés. Corresponde a la dignidad e importancia de la Obra para la cual es usted utilizado como instrumento.

Si ya es difícil que una persona se deje dominar por la gracia, parece casi imposible plasmar una familia según la imagen de la Santísima Trinidad o de la Sagrada Familia de Nazaret. Siempre ha sido así. Pero el tiempo actual, que en todas partes impulsa al total desarraigo de todas las relaciones vitales, muestra especialmente su efecto desolador en el santuario de la familia. Si nuestra Señora de Schoenstatt quiere formar y modelar una nueva comunidad cristiana y un nuevo tipo de

hombre,  debe necesariamente concretar todo su poder de gracia en la formación y multiplicación de sólidas familias schoenstattianas. Por eso rezamos en nuestro Oficio de Schoenstatt:

 

Tu Santuario es nuestro Nazaret,

donde el sol de Cristo irradia su calor.

Con su luz clara y transparente

da forma a la historia

de la Sagrada Familia;

y, en la venturosa unión familiar,

suscita una santidad cotidiana,

fuerte y silenciosa.

Para bendición de tiempos desarraigados

en este Nazaret,

Dios trae salvación a las familias;

allí donde los hombres se consagran a Schoenstatt

El quiere regalar con clemencia

santidad de la vida diaria.

 

Haz que Cristo

brille en nosotros con mayor claridad;

Madre, únenos en comunidad santa;

danos constante prontitud para el sacrificio,

así como nos lo exige

nuestra santa misión.

 

El universo entero

con gozo glorifique al Padre,

le tribute honra y alabanza

por Cristo con María

en el Espíritu Santo,

ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

 

Quien conoce la vida actual, quien toma conciencia de las horrendas catástrofes a las que el mundo y la iglesia se encaminan, está profundamente convencido de que la Familia de Schoenstatt, en el todo y en cada una de sus partes, no puede cumplir su misión si todas las fuerzas no se unen finalmente en islas de santas familias schoenstattianas que,

más y más, se unan entre sí y en la Obra de Familias.

A veces reflexionando con calma, es un enigma indescifrable el hecho de que el Señor se mantuviera treinta años en la soledad de una familia, mientras que el mundo que lo rodeaba se precipitaba al naufragio. Espontáneamente también nosotros nos preguntamos: ¡qué no habría logrado hacer si, desde joven, hubiera ofrecido sus fuerzas divinas al mundo!

La única solución del enigma es siempre: “Hago lo que es del agrado del Padre”. “Digo las palabras que El pone en  mi boca y realizo las obras que El me encomienda”. Con esto se modifica de inmediato la interrogante y se dirige al Padre eterno. No ignoramos la respuesta. El Padre quiso asegurar categóricamente la bendición inconmensurable que significa una familia auténticamente cristiana.

La Madre de Dios implore en su Cenáculo al Espíritu Santo para todos ustedes, a fin de que conozcan adecuadamente

la gran trascendencia de la nueva misión de vida regalada por Dios y libremente escogida. Que ustedes reciban también la fuerza para vivir la moral familiar que los Papas enseñan en sus encíclicas, puedan elaborar una ascética y pedagogía familiares adecuadas, y perpetuar costumbres familiares probadas, llegando así a ser receptáculos en los cuales puedan alimentarse y renovarse constantemente todas las demás ramas del Movimiento.

Todos, sin excepción, estamos interesados en este nuevo milagro de Pentecostés. Por eso nos unimos para pedir e implorar con gran fervor un nuevo y eficaz milagro de transformación. Lleven ustedes consigo el cuadro de la Madre de Dios y denle un sitio de honor en sus hogares. De esta manera, los convertirán en pequeños santuarios donde la imagen de la Madre de Dios se manifestará derramando sus gracias, creando un santo terruño familiar y santificando a los miembros de las familias.

Si en el Acta de Fundación la Madre de Dios ha prometido cuidar de que nuestra patria llegue nuevamente a ocupar el primer lugar en el viejo mundo, podemos afirmar que el camino para llegar a esto son las santas islas de familias schoenstattianas.

 La Madre tres veces Admirable cumple su promesa si nosotros respondemos a las exigencias establecidas en el Documento.

 

Con cordial saludo y bendición para todos.

P. José Kentenich

 

 

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