Existencia de la Providencia Divina
Carla Ortiz
El hombre se siente infinitamente pequeño e impotente frente a los majestuosos espacios y leyes de la creación. Sentirse cobijado por una providencia superior, le permite una vida más tranquila. También es innato al ser humano, la necesidad religiosa. La religión liga con el mundo del más allá y cree que hay un Providencia Divina que vela solicita. Un filosofo griego agrega “está claro que hay alguien detrás de cada acontecimiento y este debe ser alguien muy inteligente”.
Las dificultades que se presentan ante la pregunta de la existencia de Dios, se resuelven con una actitud de fe genuina, profunda y sobrenatural. Fe que considera la cooperación de la gracia divina y la libertad humana.
El Hijo es la única revelación plenamente valida del Padre “Quién me ve a mi ve al Padre”. Cuando se encarnó y apareció en la tierra mostró la divinidad en una nueva dimensión. Se revistió de todo un nuevo conjunto de cualidades que son propias de nuestra carne.
En el evangelio de San Mateo hay un llamado a confiar así como crecen los lirios del campo y las aves del cielo, y a disfrutar el afán del día.
Sin embargo lo decisivo es creer y practicar la fe Práctica en la Divina Providencia, no solo como una compañía tranquilizadora, sino como un conductor amoroso y paternal del camino en la tierra, para cumplir la misión específica de cada uno y un camino para llegar hacia lo alto. “Padre nuestro hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.
Este es el gran aporte del Padre José Kentenich, el poder llevar a la vida, en su cotidianidad, “la Fe practica” como un mensaje, una forma de vida, una fuente de conocimiento y de praxis. Que permite responder a lo que se repite innumerable veces en el evangelio “cumplir la voluntad de Dios”.
Es una actitud que apela al sentimiento, el pensamiento, al corazón, inteligencia, voluntad y capacidad de actuar y amar. Tal como Dios dialogo con Abraham, en que el cumple respondiendo a lo que se le había pedido, con una fortaleza heroica, dispuesto y arriesgarse y a entregar lo más preciado.
Dios gobierna y conduce este mundo, a través de causas segundas y hace todo por amor y sabiduría infinita. También Dios se deja condicionar por nuestras propuestas. Se hace realidad el sueño de Dios en el paraíso, de construir el mundo en alianza con el ser humano. Así el hombre se hace un buscador de la huella de Dios, dirigiendo su oído, hacia sus planes, intenciones, y sus más leves deseos. Aunque signifique momentos quizás más oscuros que claros, su mano esta en el pulso del tiempo. Su seguridad anclada en lo alto, aunque se bambolee como el péndulo. Con la certeza que esta asido firmemente de la mano de Dios. La meditación y observación de la inspiración del evangelio, y escritos eclesiales, la esencia de la vida sus comportamientos configurándose lo llamado “orden de ser”, que da la primera idea del actuar. Luego se va concretando con los anhelos del alma del actor, completando, como un director de orquesta, la forma como se manifiesta el tiempo, con sus puertas que se abren o cierran. Muchas veces lo concluido para el actuar, es una intuición de una fe razonable, que sobrepasa lo inteligente, lógico y el común racional humano.
Los débiles hombros, del que se lanza a la aventura celestial, se apoyan en la fuerza del Espíritu Santo. Es el resultado de la cooperación de la gracia divina con la libertad humana.
Modelo de todo esto, es María Santísima, que aunque la madre de la fe, guardaba lo inexplicable en el corazón, le daba tiempo para juntar, comparar y se hizo discípula de lo insospechado para el alma humana, cumpliéndolo en cabalidad la voluntad de Dios.
Para el misionero es fundamental y necesaria la Fe Práctica.
Esencia de la misión es hacer algo que alguien ha encomendado.
En este caso él que encomienda es Dios. Por eso para cada día el misionero necesita estar en sintonía y dialogo con Dios a través de la “fe practica en la Divina Providencia”.