Luis Martin nació el año 1823 en Burdeos, donde su padre era militar, aunque creció en Alençon. Quiso consagrarse a Dios en el monasterio del Gran San Bernardo, pero no le admitieron porque no sabía latín. Aprendió a hacer relojes y joyas en Rennes, Estrasburgo y París, y abrió un negocio en Alençon. Se conservan varios de los relojes que fabricó, que son verdaderas obras de arte, muy valorados por su belleza.
Dividía su tiempo entre el trabajo, las lecturas espirituales, las reuniones de formación en un grupo católico, la ayuda a los necesitados en las Conferencias de San Vicente de Paúl y la pesca, que era su pasatiempo.
Su madre le habló de Celia, en cuyo taller ella aprendía a hacer encajes. Después de un breve noviazgo, se casaron en 1858. La familia vivió siempre en Alençon.
Celia Guérin nació en 1831 en Gandelain, donde su padre, antiguo soldado, era gendarme. Estudió en un internado de monjas en Alençon. Quiso consagrarse a Dios en las Hermanas de la Caridad, que no la admitieron por tener una salud frágil.
Aprendió a hacer encaje de Alençon, que es muy difícil de realizar. Lo hacía tan bien que pudo abrir un taller en el que enseñaba a aprendices y tenía varias obreras a su cargo. Ella unía las piezas de las trabajadoras y se reservaba los encargos más complicados.
Sus trabajos eran tan finos que se hicieron famosos, llegando a ganar la medalla de plata en la Exposición industrial de 1858. Siempre consideró a sus trabajadoras como miembros de su familia. Por su parte, ellas la apreciaban y le confiaban sus problemas, para los que siempre encontraba una manera de ayudar.
Al casarse, su marido cerró la relojería para ayudar a su mujer con la empresa familiar de encajes. Al principio, Luis y Celia decidieron vivir la continencia en el matrimonio. El confesor les habló de la bondad del amor matrimonial, que forma parte del proyecto de Dios, por lo que cambiaron de opinión. Tuvieron nueve hijos, de los que cuatro murieron siendo pequeños (dos niños y dos niñas) y sobrevivieron cinco niñas que, con el tiempo, se hicieron todas religiosas. La más famosa es santa Teresita.
Los esposos oraban juntos y participaban activamente en la vida eclesial de su ciudad, especialmente en las actividades que se organizaban para ayudar a los más necesitados, aunque también en los encuentros de formación religiosa y en los actos de piedad.
Vivieron ejemplarmente su vocación matrimonial, como esposos llenos de ternura y delicadeza, padres entregados a la educación humana y religiosa de sus hijas, trabajadores honestos, generosos en ayudar a los pobres y a la Iglesia en sus necesidades. Cultivaron en familia la vida de fe y piedad, practicando juntos la oración y la lectura de libros espirituales.
Durante los últimos dos años de su vida, Celia sufrió mucho a causa de un cáncer de pecho. Escribió en una carta: «Si Dios quiere curarme, estaré muy contenta porque, en el fondo deseo vivir; me cuesta dejar a mi marido y a mis hijas. Pero, por otra parte pienso: si no me curo será porque, quizá, será más útil que me vaya». Falleció en 1877.
Entonces Luis se trasladó con sus cinco hijas a Lisieux, donde vivía el hermano de Celia con su familia. Su cuñado Isidoro era farmacéutico y acogió a sus sobrinas como si fueran hijas suyas.
Después de la entrada de Teresita en el Carmelo, a su padre se le manifestó una enfermedad neurológica, por lo que tuvo que ser internado durante tres años en el psiquiátrico de Caen. En sus momentos de lucidez suplicaba a sus hijas que no pidieran para él la curación, sino la gracia de seguir amando a Dios sobre todas las cosas, también en su enfermedad. Más tarde volvió a su casa y sus hijas Leonia y Celina lo cuidaron con afecto hasta su muerte en 1894.
Durante los 19 años que vivieron juntos, Luis y Celia siempre pusieron a Dios en primer lugar e impregnaron de fe sus relaciones familiares y sociales. Forman el primer matrimonio en el que ambos esposos han sido canonizados juntos. De ellos escribió Teresita: «Dios me dio un padre y una madre más dignos del cielo que de la tierra. Pidieron al Señor que les diese muchos hijos y que los tomara para sí. Su deseo fue escuchado» (Carta 261). Estos son los nombres de sus descendientes:
María Luisa (1860-1940). Fue la madrina de bautismo de Teresita y le hizo de madre cuando Paulina se hizo carmelita. En el Carmelo tomó el nombre de sor María del Sagrado corazón. Es la destinataria del «manuscrito b» de los Escritos autobiográficos.
María Paulina (1861-1951). Hizo de madre a Teresita cuando falleció la señora Celia. Es la primera de las hermanas que se hizo religiosa. En el Carmelo tomó el nombre de Inés de Jesús. Es la destinataria del «manuscrito a» de los Escritos autobiográficos.
María Leonia (1863-1941). Durante su infancia y juventud tuvo un carácter problemático, pero después fue la que más se identificó con el camino de infancia espiritual de su hermana. Hoy está en proceso de beatificación. Fue religiosa visitandina en Caen con el nombre de sor Francisca Teresa.
María Elena (1864-1870).
José María (1866-1867).
José María Juan Bautista (1867-1868).
María Celina (1869-1959). Inseparable compañera de juegos de Teresita en su infancia y destinataria de varias de sus cartas y poesías. En el Carmelo tomó el nombre de sor Genoveva de la Santa Faz. Es la pintora de los numerosos retratos de santa Teresita abrazada al crucifijo y derramando rosas que se hicieron muy populares en su época.
María Melania Teresa (agosto-octubre de 1870).
María Francisca Teresa (2 de enero de 1873 – 30 de septiembre de 1897). En el Carmelo tomó el nombre de sor Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz. De ella hablamos en este libro.
Este capítulo está tomado de mi libro, recientemente publicado, Santa Teresa de Lisieux. Vida y mensaje. Tienen la información sobre el mismo en este enlace.
Publicado por P. Eduardo San