Cuenta Sor Emmanuel que un sacerdote, de una gran Parroquia de París, le preguntó durante una peregrinación a Medjugorje si la Virgen había dado mensajes especialmente para los sacerdotes.
Ella le mencionó que varios mensajes y agregó: «La Virgen también pide a los sacerdotes que vivan todos sus mensajes, particularmente el que se refiere al rezo diario del Rosario. “Que todos los sacerdotes recen las tres partes del Rosario todos los días”, dijo ella.»
Al oír esto, el sacerdote exclamó: “¡Cómo puede usted pedir semejante cosa hermana! ¡Esto se me hace imposible! ¡Si pudiese ver mi agenda!”
Sor Emmanuel le contestó: “No soy yo quien lo pide, Padre. ¡Es la Madre de Dios!”
Continuó Sor Emmanuel: Bien Padre, tal vez esté yo equivocada; quizá ella realmente haya dicho: “¡Que todos los sacerdotes recen las tres parte del Rosario todos los días, salvo el Padre Michel que esta siempre muy ocupado!”
El sacerdote esbozó una ligera sonrisa; y en mi afán de ayudarlo, continué:
¡Padre, tenga una idea! ¿Por qué no prueba por dos o tres semanas? Después de todo es la Madre de Dios, y madre suya también, quien lo pide. No querrá ignorarla, ¿no es cierto? ¡Antes de descartar por completo su pedido, inténtelo! Y si esto le complica demasiado la existencia, siempre tiene la opción de volver a plantearse el asunto. Luego de esta charla el Padre Michel accedió a hacer el intento.
Dos años después lo veo nuevamente en Medjugorje con un grupo de peregrinos y le pregunto tímidamente:
-¡Hola Padre! ¿Cómo le ha ido con el Rosario?
Radiante de alegría, levanta su pulgar y dice: “¡Funcionó!”
-¡Fantástico! ¡Por favor, cuénteme más!
-Mire hermana, cumplí con el trato que habíamos hecho. En cuanto regresé a París, reorganicé mis horarios para hacerle un lugar al Rosario. Aquella noche experimenté una inusual sensación de calma. Al día siguiente, no sólo estaba más tranquilo sino que me sobró tiempo para leer antes de ir a dormir. Al tercer día, percibí la misma sensación de paz y además tuve aún más tiempo para hacer otras cosas. A medida que transcurrían los días me fui dando cuenta de que realmente la Santísima Virgen caminaba delante de mi, abriéndome las puertas, preparando mi ministerio. Ya no estaba solo, sino que en cambio tenía una socia maravillosa a mi lado que trabajaba a la par conmigo y me guiaba. Ahora experimento todavía más paz y soy mucho más paciente para con mis parroquianos. En síntesis, ahora soy un sacerdote mucho más feliz.
El Padre Michel no es una excepción a la regla. ¡Llegar a la conclusión de que uno no tiene tiempo para orar es simplemente un gran error aritmético! ¿Por qué? Porque cuando la Santísima Virgen nos ve reunidos en oración, recibiendo gracias, su corazón maternal rebosa de alegría, ella toma la determinación de caminar delante de nosotros, abriéndonos las puertas. Guía nuestros pensamientos y elecciones, y nos ayuda a evitar muchas equivocaciones. O sea, ¡su intervención nos ahorra mucho tiempo, más del que nos lleva rezar!
Fragmento del libro “El Niño escondido de Medjugorje” de Sor Emmanuel