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Jose Engling

Santa Misa en la Iglesia de San Antonio, Tréveris, en acción de gracias por el cierre del proceso diocesano de la beatificación de José EnglingCIERRE DEL PROCESO DIOCESANO PARA LA BEATIFICACIÓN DEL SIERVO DE DIOS JOSÉ ENGLING TRÉVERIS, 17 DE JUNIO DE 2008 Homilía pronunciada en la celebración eucarística por el Vicepostulador, P. Prof. Joachim Schmiedl, Padre de Schoenstatt Tréveris, parroquia de San Antonio Lecturas: 1 Corintios 9, 16-24; Mateo 5, 43-48 Queridos hermanos y hermanas: El apóstol Pablo tenía algunos problemas con su comunidad de Corinto. Les dedicó una buena parte de su tiempo a esos habitantes del puerto seguros de sí mismos, de vez en cuando díscolos, que le causaron muchas preocupaciones. Incluso pusieron en duda su tarea de apóstol. Comenzó a defenderse repetidas veces en sus cartas a Corinto. La lectura de hoy, tomada del capítulo 9 de la primera carta a los Corintios, es una parte de esa apología de su apostolado. Pablo sabe adaptarse a quien tiene enfrente, sea judío o pagano, sea bajo la ley de Moisés o bajo la ley de Cristo. Él se ha hecho todo para todos, ha servido con desprendimiento a la comunidad y a cada individuo. El 29 de junio de 1914 el Padre José Kentenich, director espiritual de la Congregación Mariana del seminario pallottino de Schoenstatt, recordó estas palabras en una conferencia. Con el título “Relaciones fraternas. Modo de pensar y de actuar de San Pablo”, señaló que el “todo para todos” no es expresión de un carácter débil, de alguien que no se valora a sí mismo. Pablo más bien quiere decir que hay que “compenetrarse de la situación, del humor, de los sentimientos y del estado de ánimo del otro, del que se quiere servir, ponerse en el lugar del otro y tratar – en la dirección espiritual – a cada uno según sus talentos, capacidades y necesidades y de esta manera ganarlo para Cristo”. El joven director espiritual no caracterizó con esto solamente la actitud del apóstol, sino que se fijó también un programa de vida para sí mismo. Estas palabras tuvieron una gran resonancia en José Engling. Las incluyó en la formulación de su programa de vida, de su ideal personal: “Todo para todos, como entera propiedad de María”. ¿Qué había detrás de esto? Este ideal es la expresión de la meta de su vocación. José Engling quería ser sacerdote y misionero. Quería ser enviado a Camerún, el área misionera de los pallottinos. Él, que venía de Ermland, del remoto interior de Alemania, lo formuló así más tarde: “¡Nuestro campo de acción es todo el mundo!” El impulso misionero marcó toda su vida. El ideal sacerdotal que lo había llevado a Schoenstatt no estaba orientado solamente a la acción misionera. José Engling quería ser un santo sacerdote. Convino con un compañero de clase, Karl Klement, que se recordarían mutuamente esta meta. “Sean perfectos como lo es vuestro Padre celestial”. Este 2 llamado de Jesús en el Sermón de la montaña, cayó en buena tierra en José Engling. Y así, casi un siglo después, él habría respondido con gran entusiasmo a la exhortación del Papa Juan Pablo II a los jóvenes de hoy: él no tenía miedo de ser un santo de este siglo. El ideal de la santidad marcó su juventud. Fue probado con éxito en la primera guerra mundial. José Engling no era un soldado entusiasta. Esto lo diferenció de algunos de sus camaradas de clase. Tampoco fue un soldado gallardo. Su visión defectuosa hizo que fuera un tirador más que deplorable. Su vida de soldado era distinta. Repetidas veces se presentó para operaciones especiales. Pidió que le enviaran literatura a la trinchera, para leerla personalmente y para repartirla entre sus camaradas. Aprendió el lenguaje militar del enemigo: francés y polaco. No fue condecorado con la Cruz de Hierro por su valentía ante el enemigo sino por su abnegado empeño en servir al prójimo. El “mandamiento nuevo” del amor a Dios y al prójimo fue el gran tema en los últimos años de la vida de José Engling. Lo encontramos expresado en sus decisiones de agosto y septiembre de 1918. Su último examen particular manifiesta visiblemente este mandamiento doble: “Dios está conmigo, el amoroso Padre de la humanidad. Él ve cómo quiero perfeccionar, para el bien de los demás, la pasión de entrega que hay en mí”. Cuando José Engling se ve a sí mismo como soldado, se considera un soldado de Cristo y de María, con la tarea de la formación mariana del mundo en Cristo. Ya por varias décadas se anhela su beatificación. En 1952 se introdujo en Tréveris el proceso de investigación necesario para este fin. En 1964 el Vicepostulador de la causa, P. Alexander Menningen, envió las actas a Roma. Justamente en la Jornada de Octubre de ese año se anunció la separación de la Obra de Schoenstatt de los Pallottinos. Con esto, el proceso estuvo congelado durante mucho tiempo, pues para los schoenstattianos José Engling (seminarista pallottino) siempre fue y será un prototipo viviente de la espiritualidad de Schoenstatt. El proceso se puso nuevamente en marcha gracias a una iniciativa de los Pallottinos, por la que quiero agradecer de todo corazón en este momento. El día de hoy es, por ese motivo, también un signo de un ecumenismo intracatólico. Después de décadas de marchar por caminos paralelos, ahora impulsamos juntos este proceso, cuya meta fue en primer lugar la verificación de la perdurable veneración a José Engling. Veo en esto un signo de reconciliación: es lo mejor que se lleve a cabo por medio de iniciativas comunes. Quiera José Engling allanar los caminos para un trabajo conjunto más amplio, especialmente en el lugar que fue para él la “cuna de la santidad”: el Santuario Original en Schoenstatt. Era tan importante para él, que en el mes de mayo de 1916 lo visitó 203 veces. Estamos convencidos de que, desde su muerte, José Engling ha logrado reconciliaciones en múltiples momentos. Es una obviedad la mutua comprensión que él ha conseguido en los alrededores de los lugares donde nació y donde murió. Gracias a un soldado de la primera guerra mundial que luchó en ambos frentes, se han mejorado las relaciones entre alemanes y polacos, entre alemanes y franceses. Se 3 posibilitaron los encuentros, se iniciaron amistades entre los que en ese entonces fueron enemigos, porque el empeñoso compromiso de un soldado alemán por construir una relación mutua fundada en lo religioso, ayudó a vencer el odio . Son muchos los que pueden contar ejemplos de esto, de cómo se realizaron tales encuentros. Recuerdo con agrado un encuentro con el párroco de Prosity durante una peregrinación, el cordial recibimiento en la Sta. Misa de Corpus Christi en la parroquia Rössel, en Ermland, en un encuentro vespertino de la juventud masculina de Schoenstatt con jóvenes franceses durante un viaje a Cambrai, los múltiples contactos con la sociedad civil y eclesiástica en Merville, en torno a la bendición del memorial del Lys, el año pasado. Tales encuentros, incluso en una Europa unida, no habrían sido tan armónicos sin el trasfondo del actuar reconciliador de José Engling. Sin embargo todo esto aún no es suficiente para la beatificación. El motivo fundamental por el que pallottinos y schoenstattianos aspiran todavía a lograr la beatificación de José Engling y continúan trabajando con este gran empeño hasta el día de hoy, es otro: José Engling nos ha previvido cómo se puede llevar una vida religiosa en circunstancias muy difíciles. Recién desde su muerte los jóvenes toman la dimensión de esto. Contemplen su vida, déjense inspirar por ella y den forma a su vida diaria según su ejemplo. Sobre todo déjense desafiar por él al buscar y aceptar su vocación en la vida. Podemos aportar muchos ejemplos de esto. Valga uno de ellos representando a muchos otros. Es de una Hermana de María: “Estoy vinculada con José Engling desde que conozco Schoenstatt, es decir hace más de cincuenta años. Entre los años 1953 y 1960 pertenecí a la Juventud Femenina de Schoenstatt. En ese entonces el grupo parroquial de jóvenes se convirtió en un grupo de la Juventud Femenina de nuestro grupo parroquial. Lo consiguieron los sacerdotes schoenstattianos que trabajaban en nuestra parroquia, junto con una Hermana de María que de vez en cuando dirigía alguna reunión del grupo. Como durante un tiempo no hubo ninguna jefa de grupo en el lugar, el capellán de la parroquia se hizo cargo de la conducción. Pero sucedió que varias veces no pudo estar a la hora de la reunión. En estos casos nos dejamos inspirar por José Engling. Nos sentábamos en los peldaños de la escalera y leíamos el libro “José Engling”. Lo leído nos motivaba a conversar sobre él y sobre Schoenstatt, y así, en cierto modo, él nos introdujo en Schoenstatt (…) En agosto de 1959, con el círculo de jefas y encargadas diocesanas de la Juventud Femenina de Schoenstatt (el “Schwarzhornkreis”), viajamos por primera vez a Cambrai. Este viaje fue una profunda vivencia para todas nosotras. José Engling nos impresionó hondamente por su aspiración a la santidad tan consecuente, por su vinculación a la Mater, al Padre Kentenich y al Santuario y finalmente por su entrega 4 total por la fecundidad de Schoenstatt. Todo nos animó a emularlo. Continuamente escuchábamos la pregunta y el imperativo: ¿quién está dispuesta a ser un segundo José Engling, un José Engling en femenino, ser una joven santa? Seis meses después de este viaje a Cambrai algunas de esas chicas ingresaron a la comunidad de las Hermanas de María, otras – entre ellas yo – las siguieron seis meses más tarde, y otras decidieron ingresar al Instituto Nuestra Señora de Schoenstatt o a la Federación de mujeres. Eran tiempos difíciles cuando, en 1960, ingresamos a nuestra comunidad (…) Vivíamos confiando en que si nosotras entregáramos todo por Schoenstatt y por su Fundador, la Mater se empeñaría para que Schoenstatt y el Padre Kentenich muy pronto recuperaran la libertad. Esta fe despertó nuestro idealismo juvenil. En este sentido José Engling fue para nosotras un ejemplo luminoso durante nuestro noviciado (1961). Él nos inspiró esencialmente. También aspirábamos a la entrega total a Dios en Schoenstatt, queríamos ofrecernos por el Fundador y por su regreso del exilio. (…) Y por eso fue que, ya en el noviciado, elegimos a José Engling como “patrono de nuestro curso”. Su persona fue para nosotras un ejemplo de la vida de un auténtico schoenstattiano. Con frecuencia el Padre Kentenich lo confirmó como tal”. Si comenzáramos a contarnos mutuamente las historias de nuestras vidas con José Engling, probablemente no saldríamos de nuestro asombro. En todas las comunidades de Schoenstatt – y también al menos en la generación mayor de los pallottinos – la vida de José Engling fue un ejemplo decisivo para la historia de la vocación de una gran parte de sus miembros. Esto vale para la generación que en las décadas del 50 y del 60 participaron en la conformación del sitio de su muerte como un lugar conmemorativo en Cambrai, e igualmente para las generaciones siguientes, hasta hoy. Vale tanto para los alemanes como para los sudamericanos, para los africanos como para los norteamericanos. Y es el fundamento por el que aspiramos a su beatificación: su vida nos exige un compromiso similar. También hoy los jóvenes aceptan el riesgo de la santidad cuando y porque se dejan entusiasmar por José Engling para llevar una vida religiosa. Por eso, en este día, es nuestro gran pedido: José Engling, guía a muchos jóvenes de todo el mundo por tu camino de santidad. Amén. Traducción: aat, Enrique Soro