A propósito de la eutanasia y de la ”calidad de vida”
Algunas aclaraciones sobre los términos usados en relación al fin de la existencia humana
Por Redacción
LIMA, 29 de abril de 2013 (Zenit.org) – Ofrecemos a los lectores por su interés el artículo publicado por la doctora Maíta García Trovato, de Perú, en la página web de la Federación Internacional de Asociaciones de Médicos Católicos (FIAMC).
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Eutanasia es una palabra que se está poniendo de moda y puede significar muchas acciones. Por ejemplo: dar muerte al recién nacido deficiente que se presupone llevará una existencia disminuída; ayudar al que quiere morir a que consume su propósito; eliminar al anciano que se presume no vive ya una vida digna; procurar la muerte sin dolor a alguien que sufre; matar al paciente indefenso (caso Terry Schiavo), etc.
La Real Academia la define como “acción u omisión que, para evitar sufrimientos a los pacientes desahuciados, acelera su muerte con su consentimiento o sin él”.[1] De otra parte, constantemente se alude al derecho “a morir con dignidad” y no es casual que se nos trate de sensibilizar premiando películas que nos muestran la eutanasia como deseable y practicable: un acto de compasión.[2]
Frente a ella, inevitablemente, surgen cuestionamientos que nos llevan a poner en la palestra temas como la dignidad intrínseca de la vida humana (“sacralidad de la vida”, Evangelium vitae, Juan Pablo II) y, ante las constantes amenazas, la defensa de esta vida como responsabilidad individual y de las políticas públicas que tienen el deber de promover y salvaguardar la vida humana empezando por la naciente y su hábitat natural que es la familia.
Existen dos tipos de eutanasia. La llamada occisiva o directa y la lenitiva o indirecta. En ambas, se reconocen dos modalidades: activa o “por comisión” y pasiva, “por omisión”. Desde ya, hay que ser claros. En tanto el propósito sea causar la muerte ambas modalidades son ilícitas.
La eutanasia occisiva o directa, viene de “occidere” (caer, morir, matar) y, como decía un médico amigo, está más cerca de matar que de morir. En las crónicas policiales el occiso es el muerto. Se considera activa cuando se utiliza un medio que provoca directamente la muerte. Pasiva, cuando se evita un procedimiento que podría salvar la vida del mismo.[3] Es moralmente inaceptable y está legalizada en contados países.[4]
En cambio, la eutanasia lenitiva –de “lenire” (suavizar)– está permitida en la mayoría de países y es lícita. Trata de ahorrar sufrimiento en una muerte inevitable y recupera el verdadero sentido de “eutanasia”. Puede ser a su vez activa, cuando administramos medicamentos que alivian dolor y angustia aunque tal vez abrevien la vida del paciente (principio del doble efecto); y, pasiva, al prescindir de procedimientos que puedan aumentar su sufrimiento, como suspender la quimio cuando aporta más malestar que beneficios.
En oposición a la eutanasia lenitiva tenemos la llamada “distanasia”, encarnizamiento terapéutico u obstinación terapéutica, que consiste en retrasar el advenimiento de la muerte por todos los medios, proporcionados o no, aunque no haya esperanza alguna de curación y eso signifique para el paciente sufrimientos añadidos a los que ya padece tratando de esquivar por horas, días o semanas una muerte inevitable. ¿Motivaciones? Generalmente económicas, académicas o de prestigio… “a mí no se me muere nadie…”.
Argumentos esgrimidos para legalizar la eutanasia.
1. El derecho de cada quien a disponer de su propia vida en uso del principio de autonomía.
2. El derecho a la muerte digna solicitada por quien padece dolor incurable.
3. La necesidad de regular una situación que ya existe de hecho.
4. La manifestación de solidaridad social que significaría eliminar vidas sin sentido, dura carga para los familiares y para la sociedad.
Como ante el aborto, estamos frente a un punto de partida falso. Nadie puede hablar de su propia vida porque sencillamente la vida no nos pertenece. Y es mejor que así sea, porque todo bien propio puede ser expropiado… No. La vida es un don de Dios que tenemos que administrar lo mejor que sepamos y podamos. El tema del dolor tiene hoy un amplio margen de manejo terapéutico a la luz de los avances en cuidados paliativos y, los dos últimos argumentos son de una ligereza y cinismo tales que no resisten el menor análisis.
Los partidarios de la legalización de la eutanasia directa están introduciendo en la mentalidad colectiva una peligrosa distorsión: ¿la dignidad de la vida humana es sinónimo o depende de la “calidad de vida”? Ciertamente, no. Como hemos dicho líneas arriba, la vida humana tiene una dignidad intrínseca cuya sacralidad proviene de su Creador. Corresponde a nosotros procurar a cuantos podamos una “calidad de vida” acorde con la dignidad que les confiere ser hijos de Dios.
[1] Caso Holanda y el temor de sus ancianos a ser asistidos en hospitales en los que podrían ser eliminados
[2] A Million dollar Baby y Mar adentro, por citar algunas
[3] Ejemplo: la negativa a intervenir para salvar la vida de un recién nacido con síndrome de Down
[4] Holanda (hasta en bebés), Bélgica, Suiza (modalidad de “suicidio asistido”), Oregón (Estados Unidos) como Ley de Muerte Digna y, últimamente se trata de publicitar lo que llaman “el testamento vital” que autorizaría la eutanasia para quien lo suscribe…
Para saber más: http://www.fiamc.org/bioethics/eutanasia-y-calidad-de-vida/.