“Tenemos que renunciar a una imagen de nuestro Fundador, donde todo es perfecto”
Redacción •
“Me alegro de que le haya gustado la entrevista”, así respondió el P. Ángel Strada al mail de felicitación por parte de la redacción de schoenstatt.org, refiriéndose a la entrevista publicada en diciembre de 2016 en la página oficial del Movimiento de Schoenstatt en Alemania, www.schoenstatt.de, con motivo del cambio del postulador en el proceso de canonización del Padre Kentenich.
Nos encanta poder ofrecer ahora la traducción al español de dicha entrevista.
P. Strada, a comienzos del año 2017 usted hará entrega de su cargo de Postulador del proceso de beatificación del P. José Kentenich al P. Eduardo Aguirre. ¿Desde cuándo ha desempeñado usted esta tarea?
http://www.schoenstatt.org/wp-content/uploads/2016/12/2-3.jpg 511w” sizes=”(max-width: 360px) 100vw, 360px” style=”margin:5px 15px 15px 0px;padding:0px;font-size:0px;color:transparent;vertical-align:middle;max-width:100%;height:auto;float:left”>P. Strada: Yo llegué a Alemania en el año 1984 y mi primera tarea fue la de Rector del Colegio José Kentenich en Münster. Allí estuve durante 8 años. Luego, en el año 1992 fui elegido como miembro de la Dirección general, y desde entonces estoy aquí. Siendo miembro de la Dirección general, fui designado como Postulador el 20 de enero de 1997. En enero de 2017 cumpliré, entonces, 20 años exactos en esta tarea.
Si piensa en esos inicios, ¿cuál es la mayor impresión que tiene del haberse hecho cargo de esta tarea, recibiéndola de quien era en aquel entonces el primer Postulador del proceso de beatificación, el P. Engelbert Monnerjahn?
P. Strada: La recepción se hizo muy rápidamente. Solo pude hablar con el P. Monnerjahn dos o tres veces, ya que falleció en septiembre de 1997. Ciertamente tenía decenas de preguntas, pero ya no fue posible aclararlas con él. Además, el proceso estaba todavía muy en sus comienzos, ya que sobre todo el segundo Delegado episcopal apenas si se había preocupado de él. Por lo tanto, hubo que comenzar prácticamente de nuevo en muchos aspectos.
Ya desde un comienzo me impresionó la cantidad de documentos, textos, escritos y cartas. Hay 12.000 cartas: del P. Kentenich, al P. Kentenich, sobre el P. Kentenich; 6.000 conferencias, etc. Lentamente me quedó claro que este proceso era más grande de lo que me había imaginado. A lo anterior se agrega que el P. Kentenich alcanzó una edad avanzada. Mario Hiriart falleció con solo 32 años y escribió muy pocas cosas. Joao Pozzobon, un hombre estupendo y un gran santo, casi no escribió nada. Muy distinto es el caso del P. Kentenich: él escribió mucho y, sobre todo, formuló un mensaje completamente nuevo para la Iglesia, el cual, debido a su novedad, produjo muy especiales dificultades, como por ejemplo, las visitaciones. Por un lado estaba la alegría, ya que mediante esta tarea estaría más cerca de la persona del P. Kentenich, de sus pensamientos, de su vida, de su santidad. Y por otro lado había, por cierto, asuntos difíciles que era necesario estudiar, y muchas preguntas que responder.
Con seguridad usted ya tenía antes una relación con el P. Kentenich. ¿Fue de alguna forma modificada o profundizada esta relación al tener que dedicarse al P. Kentenich durante el transcurso del proceso de beatificación
P. Strada: Yo experimenté personalmente al P. Kentenich en los últimos tres años de su vida. En el mes de septiembre de 1965 llegó a Roma desde Milwaukee y, en la Nochebuena del mismo año, llegó a Schoenstatt. Yo vi al P. Kentenich por primera vez el 29 de marzo de 1966, en el Santuario de las Hermanas de María, durante una conferencia para las vocaciones de los Padres de Schoenstatt. Al día siguiente viajamos a Münster, en la Diócesis del Obispo Tenhumberg, para comenzar nuestro estudio. En agosto de 1967 vino él mismo a Münster y nos dio un retiro. El 23 de agosto pude hablar por algo más de media hora con el P. Kentenich, después del desayuno. Esto me causó una gran impresión, aunque él, de porte más bien pequeño, no daba la sensación de ser tan grande. También había que acostumbrarse a su forma de expresarse. Lo experimenté como alguien muy sencillo, humano, humilde y alegre, y al mismo tiempo, uno podía sentir que era un hombre de Dios, que estaba vinculado con el otro mundo, y que Dios verdaderamente era una persona para él.
¿Fue modificada o fortalecida esta impresión durante el proceso de beatificación?
P. Strada: Sí, esta impresión se fortaleció por un lado, pero por otro lado también se tornó problemática. Por cierto, a través del proceso entré en contacto con todos los matices de la personalidad del P. Kentenich. Él fue muy criticado por una parte de los padres palotinos y por otros sacerdotes en el Campo de Concentración de Dachau; con las visitaciones surgen preguntas sobre su vida y su persona. En este sentido es que digo que se tornó problemática. Y un par de preguntas quedarán para la eternidad. Es que el proceso exige un profundo examen de la persona y sus motivos. Y en la persona de cada ser humano hay misterios: ¿por qué actuó de esta forma y no de otra? ¿No hubiera sido más prudente hacer esto o aquello? Y cada vez más me decía: se trata de la santidad de una persona, no de un ángel. Y ser una persona implica error, problemas, conflictos, fracaso, derrotas. Todo esto pertenece a la vida humana. No existe la santidad sin límites. Yo admiro al Papa Juan Pablo II. Es un gran santo. Y sin embargo cometió por lo menos dos grandes faltas: al fundador de los Legionarios de Cristo, quien humanamente visto, era un desastre, lo presentó como un modelo de vida cristiana. Un grave error. Y clasificó los abusos sexuales de los sacerdotes como un asunto interno de la Iglesia y no como un asunto para la justicia. Por esto la Iglesia sufrió también mucho daño.
Para el proceso de beatificación del P. Kentenich me dije que debemos renunciar a una imagen de nuestro fundador donde todo es perfecto, donde hubo santidad desde un comienzo. Este Kentenich no existió. Uno pude decir que en algunas etapas, el P. Kentenich tuvo una increíble conciencia de misión, pero que a la luz de esa misión, probablemente exigió demasiado en algunas ocasiones. Tomemos, por ejemplo, el tema de la Confederación Apostólica Universal. Ya en los primeros años, en 1916, viene el General de los palotinos y hace una visitación. Algunos profesores hablan críticamente sobre el P. Kentenich. El Superior General le pregunta posteriormente al P. Kentenich: ¿qué significa esta nueva organización, qué tiene que ver esto con Pallotti? Y el P. Kentenich le dice: yo respondo solo ante Pallotti. Otro Superior General le hubiera dicho: ¡más lento! tú llevas recién seis años como sacerdote y solo hace dos años que has comenzado con esto nuevo. Yo soy el responsable de los palotinos. El P. Kentenich exigía de otras personas pasos en la confianza, que no todos estaban en condiciones de dar.
Entonces, en sus años como Postulador usted ha tenido que enfrentarse también a aquellos matices de la persona del P. Kentenich que son difíciles de comprender, y que probablemente han hecho y hacen más lento el proceso.
P. Strada: Sí, por cierto. Muy probablemente estos puntos serán nuevamente examinados durante la segunda etapa del proceso, en Roma. Tome, por ejemplo, el tono de la “Epistola perlonga” al Obispo Stein, de Tréveris. Está escrita en un tono muy duro. Uno podría preguntarse si era necesario ese tono. Probablemente no. Pero bueno, cada persona tiene su forma de ser… Pero esto se ve compensado por la increíble nobleza de espíritu en la entrega del P. Kentenich como persona. Algo muy menor, pero no irrelevante: él tenía 80 años cuando nos dio el retiro en Münster. Soy testigo que aun en esta avanzada edad trabajaba 18 horas diarias. Por ejemplo, no se permitía descanso después del almuerzo, para poder tener tiempo para hablar con cada uno.
¿Hubo en su largo tiempo como Postulador solo momentos difíciles y un “constante circular de expedientes”, o hubo también puntos destacados y momentos hermosos?
P. Strada: Hubo muchos momentos hermosos. Por ejemplo, reuniones muy fraternales y cualificadas con el Dr. Holkenbrink, el Delegado episcopal de Tréveris. También las reuniones con la comisión de historia, que me invitaron a todas sus sesiones. Todos ellos fueron momentos destacados y hermosas vivencias compartidas.
Al contemplar hoy el proceso de beatificación, después de 20 años, ¿está usted satisfecho con él o hubiera deseado un desarrollo distinto?
P. Strada: Estoy satisfecho. Solo siento mucho el “reposar” del proceso en los últimos años. Se hubiera podido llevar más rápidamente a Roma. Todavía esperamos el cierre del mismo a nivel diocesano. Estoy contento por la clasificación de la documentación. Roma no podrá quejarse. Hemos clasificado casi 80.000 páginas. A esto se agrega un índice de materias de casi 32.000 documentos que se encuentran en el archivo. Y allí no solo hay especificaciones técnicas, sino cada vez también un resumen del contenido del documento respectivo. Para esta clasificación trabajaron decenas de personas, Hermanas de María, Padres, Señoras, laicos, con gran generosidad. A algunos ni siquiera los conozco personalmente. Siempre cuando solicité ayuda, recibí respuestas positivas. Se podía percibir que toda la familia schoenstattiana valora el trabajo para el proceso y que están comprometidos con la beatificación del P. Kentenich.
Ahora termina su trabajo como Postulador. ¿Qué hará en el futuro? ¿Volverá a Argentina?
P. Strada: No, me quedo en Alemania y colaboraré con el P. Eduardo Aguirre tanto como sea posible. Él necesitará ayuda, ya que se verá confrontado con 100.000 páginas y al mismo tiempo tendrá que preparar la etapa en Roma del proceso de beatificación. Por cierto, también asumiré otras tareas en la comunidad, en terciados y retiros. Y también intentaré escribir algo sobre la vida del P. Kentenich.
Hace poco preguntó un chico de diez años: “¿Por qué es importante que el P. Kentenich sea beatificado? Uno podría tenerlo también así como compañero de ruta”. ¿Qué le respondería?
P. Strada: Yo le diría lo siguiente: en primer lugar, los santos son “personas especiales en la Iglesia” y pienso que el P. Kentenich se merece esta singularidad. Son ejemplos claros sobre cómo se puede vivir el Evangelio y son buenos intercesores en el cielo. Por cierto que tengo la libertad de dirigirme a mi abuelo en el cielo o al P. Kentenich. Pero es distinto si la Iglesia, con su autoridad, me dice que el P. Kentenich es un buen modelo de vida cristiana y un poderoso intercesor.
La beatificación sería también importante para la plena rehabilitación del P. Kentenich. Muchos saben que hubo dificultades, pero casi nadie conoce exactamente la historia. La beatificación elimina aquello. Esto es importante para el honor del P. Kentenich.
¿Cómo podría colaborar la familia de Schoenstatt en apoyar el proceso?
P. Strada: Por cierto, con oración y contribuciones al Capital de Gracias, pero también en forma concreta, como por ejemplo los matrimonios que en Tréveris ayudaron a la Notario a timbrar 100.000 páginas, para legalizarlas, o las antiguas Hermanas de María, que leyeron los textos manuscritos del P. Kentenich para que pudieran ser grabados y luego digitalizados.
Pienso que no se puede hablar de una pronta beatificación. La etapa en Roma será muy exigente. La Congregación para la Causa de los Santos tiene muy poco personal, hay solo un responsable para entre 400 y 500 procesos de beatificación en español. Uno tiene que asumir la realidad, tal como es.
Muchas gracias, P. Strada, por esta entrevista.
Las preguntas las hizo Heinrich Brehm, de la Oficina de Prensa de Schoenstatt de Alemania
Fuente (de la versión en alemán): www.schoenstatt.de. Con permiso.
Original: alemán. Traducción: Ventura Torres, Santiago, Chile
Etiquetas: beatificación, canonización, Dachau, exilio, fundador, José Kentenich, Milwaukee, Monnerjahn, P. Ángel Strada, P. Eduardo Aguirre, proceso, Roma, santi