Historia de las imágenes
Desde el comienzo se escribió aplicando la fe práctica en la Divina Providencia. Si no, no habría resistido tantos años, pero además me permitió acceder a información, reflexión y oportunidades que mi limitada capacidad no habría alcanzado. Una muestra de eso son las imágenes de la portada y del fin de cada capítulo. Cuando tomé la decisión de escribir el libro, Bernardita, mi hija, en sus conversaciones de escolar de básica, le comentó a su amiga Alejandra, que yo intentaba esto. Sus padres muy cercanos a la iglesia tenían dos o tres fotocopias de estas imágenes y esta amiga llegó muy decidida: “estás son para tu libro”. Me sorprendió y me gustaron muchísimo, siempre tuve el anhelo de saber quién era el pintor. Diez años después encontré un libro con una de ellas con el nombre de Jorge Sánchez Hernández, mexicano. Ya existía el internet y me dispuse a buscarlo. Aunque lo encontré, por teléfono, por razones de seguridad, no me dieron ninguna información. Veinte años después, que recibí las primeras imágenes, fui al congreso de mariología. Era la oportunidad. Sin embargo, cuando llamábamos a su teléfono, para ir a visitarlo, él contestaba, ”estoy durmiendo”. A los pocos días de vuelta en Chile, en la capilla que por años, en la mañanas asistimos a misa, al estar yo en la primera fila, veo que una de las monjitas domínicas de claustro, tenía en su misal, un santito de este pintor, que yo desconocía. Al segundo día me atreví a pedírselo. Al reverso salía el teléfono para pedir las imágenes. El pintor contestaba así, porque está sordo.
El 25 de diciembre del año 2006 en la puerta del santuario de Campanario, Pilar Risopatrón, jefa de mi curso de federación, me entregó las imágenes que compró su hija que vive en México. Eran muchas más de lo que imaginaba. En los mismos años que yo escribía, Jorge Sánchez Hernández pintaba estas imágenes.
Al publicar el libro, me habría encantado que las imágenes del pintor estuvieran en color, no solo la tapa, pero la voz de los tiempos determinó que fuera en blanco y negro. Es lo que la Virgen quiere y pienso que está bién. Un regalo para un año de fiesta nacional, pero con grandes tristezas que necesitan sencillez.