Milwaukee – en la pista de un mundo escondido. El tiempo que un fundador tiene a fin de dar nacimiento a su obra y conducirla hacia la madurez es valioso. Quien repasa el tiempo puede comprobar sorprendido que el Padre Kentenich ha pasado aproximadamente un cuarto de su tiempo como fundador
en Milwaukee, EEUU. Además de Schönstatt no hay otro lugar que lleve en sí huellas tan profundas y vivas de su paternidad espiritual como Milwaukee. Poco después de su regreso el P. Kentenich alude a que „la familia por ahora no es consciente“ de qué significado tiene lo que ha sucedido en su propio corazón y en toda la familia durante el tiempo del exilio. „No podemos entender hoy todavía de forma total de qué forma tan nueva la figura del hijo, del padre y de la comunidad ha llegado a ser realidad en nosotros“. El P. Kentenich indica que el proceso interior de maduración y transformación sobre todo en la última fase del exilio ha alcanzado una vez más insospechadas „profundidades“ (Carta de Navidad de 1965). Hace pocos años el libro sobre la niñez de Padre Kentenich fue para muchos una sorpresa y un gran regalo espiritual. Probablemente esto se repetirá con mayor alcance aún, cuando los años escondidos del tiempo del exilio se hagan asequibles. Quedaremos sorprendidos de la dimensión de la gracia que se halla unida a este lugar y a ese tiempo. Lugar sagrado A Milwaukee uno se puede acercar en realidad sólo con reverencia: „Quítate los zapatos …“ Esto es tanto más importante ya que las huellas visibles exteriores son francamente sencillas. Quien lo quiera hacer de forma rápida, podría ver todo lo que vale la pena de ver probablemente en tres días. Pero a través de este camino no se develaría el „secreto“ de Milwaukee. Evidentemente en Milwaukee uno tiene que introducirse en un lugar que está marcado por el hecho de que aquí ha vivido por mucho tiempo un sacerdote santo y lo ha convertido en el lugar de una especial experiencia de Dios y de comunidad. El ha tenido contacto allí con una „profundidad rica en misterio“, que sólo, „a la luz de la fe y en virtud de la irrupción de lo divino en nuestra familia puede hacerse en cierto modo comprensible.“ El gran silencio El P. Kentenich debido al aislamiento en sus movimientos y a las múltiples restricciones sufridas fue reducido a un gran silencio. Si bien la relación interior con su Familia nunca se interrumpió; pero no obstante Milwaukee significó para él en los primeros años mucha soledad y silencio; a ello se sumó la impotencia de no poder intervenir en la lucha por Schönstatt y casi no poder apoyar a la Familia acosada. Tanto más llevó a cabo la lucha por medio de la santificación de su vida, por la oración, por el sufrimiento supletorio. Existen algunas pocas alusiones que dejan entrever que para nuestro Padre el tiempo de Milwaukee fue mucho peor que el tiempo de Dachau. Los años pasaban; él se hacía mayor, los ataques a Schönstatt iban en aumento, las olas en la Iglesia se encrespaban…..Tal vez Milwaukee quiere quizá regalar a todos los peregrinos la gracia de entrar en este silencio y desasimiento interior de nuestro Padre para que Dios pueda hacer realidad sus planes de manera incondicional. Epifanía del Padre La imperturbable tranquilidad y la soberana amabilidad hacia fuera eran uno de los lados que la gente de Milwaukee podía apreciar en P. Kentenich; la lucha interior con los misterios incomprensibles de Dios y con sus exigencias era el otro, el lado
escondido. Quien como él sabe hablar de manera tan impresionante del Dios incomprensible y de la profundísima miseria de los humanos tiene que haber vivido y sufrido altibajos y abismos. El „llanto humano“ sólo pudo percibirse en él pocas veces y de forma muy oculta, porque estaba cubierto por el resplandor de la „sonrisa divina“; pero, sin embargo, hubo „mares“ de sufrimiento y abismos de incomprensiones que son el contraste de la nueva, grandiosa revelación de la misericordia del Padre en su persona y a través de él en su entorno. Durante los últimos meses en Milwaukee Padre Kentenich comenzó una serie de pláticas por medio de las cuales quiso introducir a sus oyentes al „Juego amoroso“ entre Dios Padre e hijo-Padre El dió a entender en aquel entonces que en estas exposiciones había resumido el resultado de las experiencias del tiempo en Milwaukee. En Milwaukee él mismo ha jugado este juego del amor de forma perfecta. Milwaukee será probablemente algún día un gran lugar de peregrinación a fin de implorar por la gracia de la experiencia del Padre y de la infancia espiritual. El que pertenece al Padre, es su familia. El tiempo del exilio también trajo ventajas consigo: El P. Kentenich tuvo tiempo para las familias; esto fue un destino extraordinario de la Divina Providencia. Hubo familias a las cuales el P. Kentenich acompañó a través de muchos años con charlas semanales o mensuales en sus preguntas y necesidades personales. Fue realmente su padre. Fue parecido como al principio de la historia de Schönstatt: Las personas se sentían atraídas por él e introducidas en su misterio interior, en la Alianza de Amor; el que estaba unido con el Padre, pertenecía a su Familia. Milwaukee regala por lo tanto también la gracia de vivir como Familia del Padre, más allá de los límites de la comunidad. Testigos de la época como puente hacia el Padre Lamentablemente en la conciencia de muchos miembros de la Familia de Schönstatt sólo están las circunstancias externas del tiempo del exilio. Casi parece como si la peculiar atmósfera del Padre, que había crecido en Milwaukee, está todavía embalada en cajones de mudanza. Muchos de los testigos de la época, que lo han conocido en Milwaukee, callan y contemplan lo vivido como un legado completamente personal. Ya es hora de descubrir estos testigos y rogarles encarecidamente que abran el corazón y la boca para que los nacidos más tarde puedan vislumbrar algo del mundo del Padre. El misterio de Milwaukee no es una idea, sino la persona del Padre. Detrás de las muchas ideas de Schönstatt la persona del Padre tiene que traslucirse nuevamente y hacerse tangible. El „Padre y Fundador“ quiere ser vivido personalmente como „mi Padre“. Tal vez se necesiten también nuevas formas para que en especiales lugares del Padre su persona pueda ser más vívamente experimentada. Rainer Birkenmaier