El exilio de catorce años del fundador llegó dramáticamente a su fin en el
otoño de 1965. Para el fundador y la familia de Schoenstatt fue un “milagro
de Nochebuena”.
Pocos días después, el 3 de enero de 1966, el P. Kentenich relató sobre
esos acontecimientos en una serie de conferencias para los sacerdotes
diocesanos de Schoenstatt de la diócesis de Münster.
La conferencia es particularmente valiosa porque presenta vívidamente la
experiencia del fundador. Por eso al leerla se acepta con gusto las
interrupciones del hilo discursivo, las intercalaciones y las reflexiones de
estilo de nota de pie de página. La historiografía crítica quizás corrija un
poco ciertos detalles de la exposición. Es que los acontecimientos se
precipitaron y se hicieron extraordinariamente dramáticos. La vivencia
personal del fundador, que nos presenta con claridad tanto la distancia
interior a los hechos y a los sucesos en Roma como el compromiso
personal, mantiene su valor especial y es absolutamente válida en cuanto
a la descripción de los sucesos más importantes.
Para tener un mejor panorama de todo el proceso, se ofrece a
continuación las fechas fundamentales:
22 de octubre de1951
El P. Kentenich debe abandonar Schoenstatt. Llega a Milwaukee el
21de junio de1952.
31de octubre de1961
Escribe una sincera carta al P. Möhler, que acarreó duras medidas de
parte del Santo Oficio, entre otras, una sanción eclesiástica para el P.
Kentenich: Hacer ejercicios espirituales privados y no celebrar por tres
días la santa misa.
11 de octubre de11961
Comienzo del Concilio.
6 de septiembre de1964
Un telegrama convoca al P. Kentenich a Roma. El texto inglés: “In the
name of Fr. General immediately come to Rome. Burggraf”.
17 de septiembre
A las 13.45 llega el P. Kentenich a Roma – Fiumicino. Sorpresa en el
Generalato Palotino: Nadie ha enviado el telegrama.
18 de septiembre
Monseñor Wissing consigue que el P. Kentenich pueda mudarse de la
Casa Pallotti, Generalato de los palotinos, al Generalato del Verbo
Divino.
24 de septiembre
El P. Möhler, General de los palotinos, obtiene lo contrario: que el P.
Kentenich deba volver a la Casa Pallotti.
11 de octubre
Audiencia privada de Monseñor Wissing con el Papa Pablo VI. El Papa
plantea delicadas preguntas: ¿No debería dividirse la Obra de
Schoenstatt y subordinarla a dos Congregaciones distintas de la Curia
romana? ¿No habría que deshacer la fundación de la nueva pars
motrix? ¿No debería volver el fundador a Milwaukee?
Monseñor Wissing quedó completamente abatido luego de la
audiencia. El P. Kentenich lo interpretó de manera totalmente distinta:
El Papa quería ofrecernos una oportunidad para responder al avance
de los “adversarios”.
20 de octubre
Sorpresivamente, en la sesión plenaria del Santo Oficio quedan
abolidos todos los decretos contra el fundador. La causa es devuelta a
la Congregación para los Religiosos: “Res remittatur ad sacram
Congregationem de Religiosis”. No hay comunicación oficial.
22 de octubre
El Cardenal Ottaviani, secretario del Santo Oficio, se entrevista con el
Santo Padre. El Papa Pablo VI confirma la resolución y firma el
decreto. De ese modo las decisiones sobre la “causa Fundatoris”
quedan sometidas a la Congregación para los Religiosos.
26 de octubre
Primera visita de nuestro Padre al terreno de Schoenstatt, en Via
Boccea, Belmonte.
13 de noviembre
El P. Kentenich solicita salir de la Sociedad Palotina. Posteriormente es
incardinado en la diócesis de Münster. Se muda al Generalato de las
Hermanas de la divina Providencia de Maguncia.
15 de noviembre
El P. Möhler y el P. Weber van al Generalato de las Hermanas de la
divina Providencia de Maguncia y le entregan al Padre la dispensa de
sus promesas en la Sociedad Palotina. De esa manera el P. Kentenich
sale de la SAC.
16 de noviembre
Celebración de los ochenta años del P. Kentenich con los
representantes de la Familia de Schoenstatt y de la Iglesia. Mons.
Josef Höffner le entrega el documento de la incardinación de nuestro
Padre en la diócesis de Münster. La incardinación se hace “pure et
simpliciter”, vale decir, sin tiempo de prueba.
17 de noviembre
Comienzo de las “Conferencias de Roma” para los miembros de la
Familia de Schoenstatt allí reunidos.
8 de diciembre
Solemne clausura del Concilio Vaticano II en la basílica de San Pedro.
Nuestro Padre pronuncia una conferencia programática sobre la
“puesta simbólica de la primera piedra” de un futuro Santuario de
Roma.
22 de diciembre
Audiencia con Pablo VI.
24 de diciembre
Regreso a Schoenstatt: Milagro de la Nochebuena. Misa de Gallo en el
Santuario original.
13 de enero de1966
Regreso a Roma.
11 de febrero de1966
Definitivo regreso a Schoenstatt sin restricciones. El Obispo Höffner: El
padre Kentenich sigue siendo ´el Padre´ y puede moverse libremente a
donde quiera.
El texto ha sido tomado de la colección “Propheta locutus est”, t. III, pp.
121-147
Hemos cobrado claridad sobre el hechode que los catorce años que van
de 1951 a 1965 constituyen un incomparable período de lucha. Pasemos a
enfocar el sentido de esos catorce años y el cumplimiento de ese sentido.
Sabemos también por qué tal lucha fue conjurada a propósito por mí. En este
contexto (y porque ustedes lo deseaban) quiero decir algunas palabras sobre
la audiencia con el Papa.
En ese período de luchas se distinguen fácilmente dos etapas:
[La primera etapa de la lucha: 1951 – 1963]
Reinaba una gran confusión. Uno tras otro fracasaba todo intento de
generar claridad o de distender de alguna manera las cosas en Roma. Dije por
entonces que aún cuando personas encumbradas se pusieran de nuestra
parte, tampoco serviría: Apenas éstas comenzaban a hacer algo, Dios las
llamaba a su presencia.
En realidad yo era neófito en lo atinente a todos esos métodos corrientes
en Roma. Yo siempre pensaba que allí estaban apasionados por dar con la
verdad como yo personalmente lo había sido siempre.
En enero de 1952 me fui de Roma habiendo tomado conocimiento de dos
cosas.
La primera procede de Monseñor Kaas. 140 En cierta ocasión me dijo que Pío
XII había hecho muchos esfuerzos para reformar las Congregaciones romanas,
sobre todo el Santo Oficio; 141 pero su intento fracasó por completo. Fue la
primera vez que pude ver un poco lo que sucedía detrás de las bambalinas.
La segunda me llegó a través del Cardenal Lavitrano, por entonces
Prefecto de la Congregación para los Religiosos. También él era un fiel amigo
de Schoenstatt y siempre nos apoyó. Yo tenía contacto con él. En aquella
época se había desatado la primera lucha entre la Congregación para los
Religiosos y el Santo Oficio, por causa nuestra. En mayo de 1948, con relativa
rapidez, las Hermanas de María fueron reconocidas oficialmente. Pasaron a
ser de derecho diocesano. En ese mismo año debíamos llegar a ser de
derecho pontificio. Por entonces se buscó un título propio: quasi juris papalis. 142
Pero el Santo Oficio intervino y protestó, alegando no haber sido consultado.
Ahí “arriba” pasa exactamente lo que pasa en el cuarto de los niños. Y así se
observa también en todas las situaciones de la vida, en Dachau y en todas
partes: Donde hay seres humanos suceden cosas humanas. El Cardenal
Lavitrano se puso por completo de nuestra parte; y cuando comenzó a
defendernos, falleció repentinamente. Ley general: Bastaba con que una
persona quisiera hacer algo por nosotros para que enseguida tuviera la
sentencia de muerte en su bolsillo.
De él conservo una declaración muy amarga y sugestiva: Si yo hubiera
sabido cómo se administra el derecho el Roma, jamás habría aceptado el
puesto de Prefecto de la Congregación para los Religiosos.
Se trata pues de dos percepciones que tuve: por un lado, la fuerte
necesidad de reformar las Congregaciones o al menos los métodos que allí se
suele aplicar y, por otro, el modo como se procedía con el derecho.
Eso me llevó a pensar lo siguiente: Ahora te mantienes retirado por años y
reúnes material que, tarde o temprano, pondrás a disposición del Papa como
material informativo. Por supuesto, todo para el caso de que él efectivamente
pudiera y quisiera apoyar seriamente los deseos de reforma de la Curia
romana.
No crean que me quedé de brazos cruzados en un segundo plano,
ignorante de todo. Porque todo lo que de alguna manera concernía a Schoen-
statt llegaba siempre directamente a mi dirección. Y yo todo lo elaboraba. En
Milwaukee escribí tanto como para formar una biblioteca. 143 Fueron siempre
opiniones sobre todas las cuestiones atinentes a la vida de la Iglesia, tanto las
vinculadas con la política como a la dogmática o la pedagogía.
Así fueron las cosas hasta 1959. Entonces advertí con claridad: Ahora
tienes que defenderte; ahora tienes que confrontarte con los principales
adversarios. Éstos eran, en primer término, ambos visitadores, el visitador
episcopal y el visitador apostólico, y el General de los palotinos.
Existía una gran diferencia entre ambos generales de los palotinos. El
General anterior de los palotinos, el P. Turowski, 144 puso en juego su honor y se
defendió hasta el extremo contra el P. Tromp 145 y todo lo que éste emprendía.
Tuvo también el coraje de elevar una solicitud al Santo Oficio. En ella
expresaba la siguiente convicción: El P. Tromp quizá sea un buen especialista
en apologética, pero en las cosas de las cuales se trataba entonces, sus
conocimientos no eran suficientes. Por eso proponía la designación de un
nuevo visitador. Así se lo expuso al Cardenal Ottaviani, Prefecto del Santo
Oficio. Éste dijo ciertamente que sí, pero no hizo nada.
Así pues me propuse debatir académicamente con los tres. Debía haber
paz en las cosas en las que nos pusiéramos de acuerdo. Pero donde
existiesen diferencias, yo quería dirigirme al Papa y entablar un serio proceso
judicial. Vale decir que jamás se trató de alcanzar un indulto. La meta fue
siempre una plena y perfecta rehabilitación jurídica
Comencé entonces a debatir con Tréveris. Inspirándome en Newman,
redacté un pequeño ensayo. Quizás sepan que también Newman tuvo que
defenderse una vez mediante un ensayo que tituló: Apologia pro vita sua. Yo
titulé el mío: Apologia pro vita mea. 146
Cuando se trata de cuestiones jurídicas, soy muy exacto. Pero, hablando
humanamente, no tengo nada personal contra nadie. Por entonces las cosas
pendían de un hilo (yo no debía comunicarme con ningún sacerdote de
Schoenstatt); por eso me dirigí al Obispo Michael Keller, de Münster, el
antecesor del Obispo actual. La idea era que él leyese el escrito y me diera su
opinión sobre si era el momento oportuno para tomar esa iniciativa. La
respuesta fue que él no quería opinar al respecto; me aconsejaba no
preocuparme en absoluto de esas cosas. Que el Santo Oficio quería alejarme
por completo.
Mi respuesta fue: ¡Aquí se trata de un derecho natural! Tampoco el Santo
Oficio tenía derecho de lesionar el derecho natural. Nadie tiene el derecho de
calumniar a nadie. Yo no actuaba en absoluto contra ninguna disposición. Yo
no atacaba ningún decreto, sino sólo me defendía de calumnias.
Sin embargo pensé: Espera un poco hasta que la situación quizás sea más
favorable. Así pues no envié la Apología.
Y un segundo aspecto: Debatí asimismo con el P. General Möhler, quien
era en realidad el exponente principal de todas las acusaciones contra mí. No
quiero explayarme ahora en el tema para no desprestigiar a nadie. La carta fue
escrita el 31 de octubre de 1961. Algún día esa carta hará historia. En ella
vuelve a analizarse todo con gran exactitud. Se expone los contextos
fundamentales. La carta debía (era mi intención) ser elevada también al Santo
Oficio. Así lo hice a lo largo de esos años: los escritos estaban dirigidos al
General, pero el verdadero destinatario debía ser el Santo Oficio. Si alguna vez
leen la carta, no se asombrarán más de por qué el Santo Oficio se sentía
herido hasta la médula.
La reacción fue que el Santo Oficio, haciendo uso de todo su poder, golpeó
en todas direcciones. Nuestro pobre Josef Schmitz 147 fue destituido del cargo.
También fue destituido Monseñor Roth. 148 Y además las otras acciones
emprendidas por entonces, por ejemplo, contra la Obra de las Familias. A mí
personalmente se me impuso una sanción eclesiástica. Los golpes se
sucedían. La fundamentación de la sanción eclesiástica fue: desobediencia y
falta de respeto para con la autoridad eclesiástica.
Dicho sea de paso, consideré conscientemente que una tarea muy
importante era no sólo enseñar una correcta obediencia, sino también
practicarla en relación con el Santo Oficio. Es la concepción de obediencia que
actualmente ha sido legitimada por el Concilio. ¿Qué significa “sentire cum
Ecclesia”? Hacer nuestros los respectivos deseos de la Iglesia, con la
respectiva concepción de Iglesia. Hasta el Concilio, la Iglesia se consideró,
durante siglos, básicamente como una societas externa, no raras veces según
el derecho burgués, incluso a modo de una organización militar. Por eso hasta
entonces sentire cum ecclesia significaba practicar una obediencia militar. Pero
una vez que la Iglesia pasó a considerarse a sí misma como pueblo de Dios,
como familia de Dios, ¿qué exigía el sentire cum ecclesia? Otro tipo de
obediencia: una obediencia familiar. Ésa es la obediencia a la que siempre
El exilio y su finalización
E
l exilio de catorce años del fundador llegó dramáticamente a su fin en el
otoño de 1965. Para el fundador y la familia de Schoenstatt fue un “milagro
de Nochebuena”.
Pocos días después, el 3 de enero de 1966, el P. Kentenich relató sobre
esos acontecimientos en una serie de conferencias para los sacerdotes
diocesanos de Schoenstatt de la diócesis de Münster.
La conferencia es particularmente valiosa porque presenta vívidamente la
experiencia del fundador. Por eso al leerla se acepta con gusto las
interrupciones del hilo discursivo, las intercalaciones y las reflexiones de
estilo de nota de pie de página. La historiografía crítica quizás corrija un
poco ciertos detalles de la exposición. Es que los acontecimientos se
precipitaron y se hicieron extraordinariamente dramáticos. La vivencia
personal del fundador, que nos presenta con claridad tanto la distancia
interior a los hechos y a los sucesos en Roma como el compromiso
personal, mantiene su valor especial y es absolutamente válida en cuanto
a la descripción de los sucesos más importantes.
Para tener un mejor panorama de todo el proceso, se ofrece a
continuación las fechas fundamentales:
22 de octubre de1951
El P. Kentenich debe abandonar Schoenstatt. Llega a Milwaukee el
21de junio de1952.
31de octubre de1961
Escribe una sincera carta al P. Möhler, que acarreó duras medidas de
parte del Santo Oficio, entre otras, una sanción eclesiástica para el P.
Kentenich: Hacer ejercicios espirituales privados y no celebrar por tres
días la santa misa.
11 de octubre de11961
Comienzo del Concilio.
6 de septiembre de1964
Un telegrama convoca al P. Kentenich a Roma. El texto inglés: “In the
name of Fr. General immediately come to Rome. Burggraf”.
17 de septiembre
A las 13.45 llega el P. Kentenich a Roma – Fiumicino. Sorpresa en el
Generalato Palotino: Nadie ha enviado el telegrama.
18 de septiembre
Monseñor Wissing consigue que el P. Kentenich pueda mudarse de la
Casa Pallotti, Generalato de los palotinos, al Generalato del Verbo
Divino.
24 de septiembre
El P. Möhler, General de los palotinos, obtiene lo contrario: que el P.
Kentenich deba volver a la Casa Pallotti.
11 de octubre
Audiencia privada de Monseñor Wissing con el Papa Pablo VI. El Papa
plantea delicadas preguntas: ¿No debería dividirse la Obra de
Schoenstatt y subordinarla a dos Congregaciones distintas de la Curia
romana? ¿No habría que deshacer la fundación de la nueva pars
motrix? ¿No debería volver el fundador a Milwaukee?
Monseñor Wissing quedó completamente abatido luego de la
audiencia. El P. Kentenich lo interpretó de manera totalmente distinta:
El Papa quería ofrecernos una oportunidad para responder al avance
de los “adversarios”.
20 de octubre
Sorpresivamente, en la sesión plenaria del Santo Oficio quedan
abolidos todos los decretos contra el fundador. La causa es devuelta a
la Congregación para los Religiosos: “Res remittatur ad sacram
Congregationem de Religiosis”. No hay comunicación oficial.
22 de octubre
El Cardenal Ottaviani, secretario del Santo Oficio, se entrevista con el
Santo Padre. El Papa Pablo VI confirma la resolución y firma el
decreto. De ese modo las decisiones sobre la “causa Fundatoris”
quedan sometidas a la Congregación para los Religiosos.
26 de octubre
Primera visita de nuestro Padre al terreno de Schoenstatt, en Via
Boccea, Belmonte.
13 de noviembre
El P. Kentenich solicita salir de la Sociedad Palotina. Posteriormente es
incardinado en la diócesis de Münster. Se muda al Generalato de las
Hermanas de la divina Providencia de Maguncia.
15 de noviembre
El P. Möhler y el P. Weber van al Generalato de las Hermanas de la
divina Providencia de Maguncia y le entregan al Padre la dispensa de
sus promesas en la Sociedad Palotina. De esa manera el P. Kentenich
sale de la SAC.
16 de noviembre
Celebración de los ochenta años del P. Kentenich con los
representantes de la Familia de Schoenstatt y de la Iglesia. Mons.
Josef Höffner le entrega el documento de la incardinación de nuestro
Padre en la diócesis de Münster. La incardinación se hace “pure et
simpliciter”, vale decir, sin tiempo de prueba.
17 de noviembre
Comienzo de las “Conferencias de Roma” para los miembros de la
Familia de Schoenstatt allí reunidos.
8 de diciembre
Solemne clausura del Concilio Vaticano II en la basílica de San Pedro.
Nuestro Padre pronuncia una conferencia programática sobre la
“puesta simbólica de la primera piedra” de un futuro Santuario de
Roma.
22 de diciembre
Audiencia con Pablo VI.
24 de diciembre
Regreso a Schoenstatt: Milagro de la Nochebuena. Misa de Gallo en el
Santuario original.
13 de enero de1966
Regreso a Roma.
11 de febrero de1966
Definitivo regreso a Schoenstatt sin restricciones. El Obispo Höffner: El
padre Kentenich sigue siendo ´el Padre´ y puede moverse libremente a
donde quiera.
El texto ha sido tomado de la colección “Propheta locutus est”, t. III, pp.
121-147
Hemos cobrado claridad sobre el hechode que los catorce años que van
de 1951 a 1965 constituyen un incomparable período de lucha. Pasemos a
enfocar el sentido de esos catorce años y el cumplimiento de ese sentido.
Sabemos también por qué tal lucha fue conjurada a propósito por mí. En este
contexto (y porque ustedes lo deseaban) quiero decir algunas palabras sobre
la audiencia con el Papa.
En ese período de luchas se distinguen fácilmente dos etapas:
[La primera etapa de la lucha: 1951 – 1963]
Reinaba una gran confusión. Uno tras otro fracasaba todo intento de
generar claridad o de distender de alguna manera las cosas en Roma. Dije por
entonces que aún cuando personas encumbradas se pusieran de nuestra
parte, tampoco serviría: Apenas éstas comenzaban a hacer algo, Dios las
llamaba a su presencia.
En realidad yo era neófito en lo atinente a todos esos métodos corrientes
en Roma. Yo siempre pensaba que allí estaban apasionados por dar con la
verdad como yo personalmente lo había sido siempre.
En enero de 1952 me fui de Roma habiendo tomado conocimiento de dos
cosas.
La primera procede de Monseñor Kaas. 140 En cierta ocasión me dijo que Pío
XII había hecho muchos esfuerzos para reformar las Congregaciones romanas,
sobre todo el Santo Oficio; 141 pero su intento fracasó por completo. Fue la
primera vez que pude ver un poco lo que sucedía detrás de las bambalinas.
La segunda me llegó a través del Cardenal Lavitrano, por entonces
Prefecto de la Congregación para los Religiosos. También él era un fiel amigo
de Schoenstatt y siempre nos apoyó. Yo tenía contacto con él. En aquella
época se había desatado la primera lucha entre la Congregación para los
Religiosos y el Santo Oficio, por causa nuestra. En mayo de 1948, con relativa
rapidez, las Hermanas de María fueron reconocidas oficialmente. Pasaron a
ser de derecho diocesano. En ese mismo año debíamos llegar a ser de
derecho pontificio. Por entonces se buscó un título propio: quasi juris papalis. 142
Pero el Santo Oficio intervino y protestó, alegando no haber sido consultado.
Ahí “arriba” pasa exactamente lo que pasa en el cuarto de los niños. Y así se
observa también en todas las situaciones de la vida, en Dachau y en todas
partes: Donde hay seres humanos suceden cosas humanas. El Cardenal
Lavitrano se puso por completo de nuestra parte; y cuando comenzó a
defendernos, falleció repentinamente. Ley general: Bastaba con que una
persona quisiera hacer algo por nosotros para que enseguida tuviera la
sentencia de muerte en su bolsillo.
De él conservo una declaración muy amarga y sugestiva: Si yo hubiera
sabido cómo se administra el derecho el Roma, jamás habría aceptado el
puesto de Prefecto de la Congregación para los Religiosos.
Se trata pues de dos percepciones que tuve: por un lado, la fuerte
necesidad de reformar las Congregaciones o al menos los métodos que allí se
suele aplicar y, por otro, el modo como se procedía con el derecho.
Eso me llevó a pensar lo siguiente: Ahora te mantienes retirado por años y
reúnes material que, tarde o temprano, pondrás a disposición del Papa como
material informativo. Por supuesto, todo para el caso de que él efectivamente
pudiera y quisiera apoyar seriamente los deseos de reforma de la Curia
romana.
No crean que me quedé de brazos cruzados en un segundo plano,
ignorante de todo. Porque todo lo que de alguna manera concernía a Schoen-
statt llegaba siempre directamente a mi dirección. Y yo todo lo elaboraba. En
Milwaukee escribí tanto como para formar una biblioteca. 143 Fueron siempre
opiniones sobre todas las cuestiones atinentes a la vida de la Iglesia, tanto las
vinculadas con la política como a la dogmática o la pedagogía.
Así fueron las cosas hasta 1959. Entonces advertí con claridad: Ahora
tienes que defenderte; ahora tienes que confrontarte con los principales
adversarios. Éstos eran, en primer término, ambos visitadores, el visitador
episcopal y el visitador apostólico, y el General de los palotinos.
Existía una gran diferencia entre ambos generales de los palotinos. El
General anterior de los palotinos, el P. Turowski, 144 puso en juego su honor y se
defendió hasta el extremo contra el P. Tromp 145 y todo lo que éste emprendía.
Tuvo también el coraje de elevar una solicitud al Santo Oficio. En ella
expresaba la siguiente convicción: El P. Tromp quizá sea un buen especialista
en apologética, pero en las cosas de las cuales se trataba entonces, sus
conocimientos no eran suficientes. Por eso proponía la designación de un
nuevo visitador. Así se lo expuso al Cardenal Ottaviani, Prefecto del Santo
Oficio. Éste dijo ciertamente que sí, pero no hizo nada.
Así pues me propuse debatir académicamente con los tres. Debía haber
paz en las cosas en las que nos pusiéramos de acuerdo. Pero donde
existiesen diferencias, yo quería dirigirme al Papa y entablar un serio proceso
judicial. Vale decir que jamás se trató de alcanzar un indulto. La meta fue
siempre una plena y perfecta rehabilitación jurídica
Comencé entonces a debatir con Tréveris. Inspirándome en Newman,
redacté un pequeño ensayo. Quizás sepan que también Newman tuvo que
defenderse una vez mediante un ensayo que tituló: Apologia pro vita sua. Yo
titulé el mío: Apologia pro vita mea. 146
Cuando se trata de cuestiones jurídicas, soy muy exacto. Pero, hablando
humanamente, no tengo nada personal contra nadie. Por entonces las cosas
pendían de un hilo (yo no debía comunicarme con ningún sacerdote de
Schoenstatt); por eso me dirigí al Obispo Michael Keller, de Münster, el
antecesor del Obispo actual. La idea era que él leyese el escrito y me diera su
opinión sobre si era el momento oportuno para tomar esa iniciativa. La
respuesta fue que él no quería opinar al respecto; me aconsejaba no
preocuparme en absoluto de esas cosas. Que el Santo Oficio quería alejarme
por completo.
Mi respuesta fue: ¡Aquí se trata de un derecho natural! Tampoco el Santo
Oficio tenía derecho de lesionar el derecho natural. Nadie tiene el derecho de
calumniar a nadie. Yo no actuaba en absoluto contra ninguna disposición. Yo
no atacaba ningún decreto, sino sólo me defendía de calumnias.
Sin embargo pensé: Espera un poco hasta que la situación quizás sea más
favorable. Así pues no envié la Apología.
Y un segundo aspecto: Debatí asimismo con el P. General Möhler, quien
era en realidad el exponente principal de todas las acusaciones contra mí. No
quiero explayarme ahora en el tema para no desprestigiar a nadie. La carta fue
escrita el 31 de octubre de 1961. Algún día esa carta hará historia. En ella
vuelve a analizarse todo con gran exactitud. Se expone los contextos
fundamentales. La carta debía (era mi intención) ser elevada también al Santo
Oficio. Así lo hice a lo largo de esos años: los escritos estaban dirigidos al
General, pero el verdadero destinatario debía ser el Santo Oficio. Si alguna vez
leen la carta, no se asombrarán más de por qué el Santo Oficio se sentía
herido hasta la médula.
La reacción fue que el Santo Oficio, haciendo uso de todo su poder, golpeó
en todas direcciones. Nuestro pobre Josef Schmitz 147 fue destituido del cargo.
También fue destituido Monseñor Roth. 148 Y además las otras acciones
emprendidas por entonces, por ejemplo, contra la Obra de las Familias. A mí
personalmente se me impuso una sanción eclesiástica. Los golpes se
sucedían. La fundamentación de la sanción eclesiástica fue: desobediencia y
falta de respeto para con la autoridad eclesiástica.
Dicho sea de paso, consideré conscientemente que una tarea muy
importante era no sólo enseñar una correcta obediencia, sino también
practicarla en relación con el Santo Oficio. Es la concepción de obediencia que
actualmente ha sido legitimada por el Concilio. ¿Qué significa “sentire cum
Ecclesia”? Hacer nuestros los respectivos deseos de la Iglesia, con la
respectiva concepción de Iglesia. Hasta el Concilio, la Iglesia se consideró,
durante siglos, básicamente como una societas externa, no raras veces según
el derecho burgués, incluso a modo de una organización militar. Por eso hasta
entonces sentire cum ecclesia significaba practicar una obediencia militar. Pero
una vez que la Iglesia pasó a considerarse a sí misma como pueblo de Dios,
como familia de Dios, ¿qué exigía el sentire cum ecclesia? Otro tipo de
obediencia: una obediencia familiar. Ésa es la obediencia a la que siempre
la única restricción
que aún seguía vigente por razones tácticas. Yo podía entonces viajar, pero
recordando que estaba subordinado al obispo de Münster. Fue nuevamente un
recurso diplomático habitual. Querían delegarles la responsabilidad a otras
autoridades. Por lo tanto yo debía solucionar mis asuntos subordinado al
obispo de Münster. Y después podría volver a Roma. Y como no me gusta
tener mucho que ver con cuestiones diplomáticas, le pregunté enseguida:
¿Podía o debía volver? Pero en ese mismo momento pensé lo siguiente:
Tienes que hablar diplomáticamente; y como él no me había entendido,
agregué de inmediato: Sí, sí, vuelvo ocho días después de la fiesta, de la fiesta
de Epifanía.”
De esa manera quedó concluido el asunto.
¿Ya lo saben ahora? Esto debía ser para ustedes una pequeña recreación.
De lo contrario les habría expuesto todo de manera mucho más sistemática.
Textos de profundización:
P. Kentenich:
Conferencia del 28.12.1965 (PLE 2, pp. 15 -76).
Conferencia del 3.1.1966 (2) (PLE 3, pp. 69 – 86).
Conferencia del 15.2.1966 (ASPM 3, pp. 96 -118).
Conferencia del 1.4.1966 a los enfermos (PLE 4, pp. 104 -106).
OW 1966 (PLE 11, pp. 84 – 94, 114 -120, 157 -195, 230 -235).
Otros:
Engelbert Monnerjahn, pp. 264 – 308.
Engelbert Monnerjahn, “Estar firmes en la victoriosidad divina”, pp. 9 – 33.