NOCHE DE BODAS articulo vivir en pareja
La convivencia sexual previa y el estrés anterior al matrimonio atentan contra la magia de la primera noche de casados. Hay parejas que la ven como una más, otras que igual se preparan para disfrutarla y quienes la usan para relajarse después de tanto ajetreo. Las menos la viven como lo que es: la primera. Cuatro testimonios y dos especialistas en el tema de pareja dan cuenta de lo que pasa con esa noche.
La primeranoche de casados y la luna de miel siguen siendo importantes en la vida de las parejas, aunque las circunstancias actuales no son las mismas de hace un par de décadas. Renata Ortega, sicóloga y terapeuta sexual, sostiene que se debe a que antes eran espacios que tenían un significado particular, avalado por temas como la virginidad y la abstinencia sexual premarital, hoy prácticamente obsoletas para algunos jóvenes de las nuevas generaciones.
“En ese contexto, la noche era un rito, el paso hacia la vida sexual activa, donde el hombre experto y siempre listo podía por fin dar rienda suelta a sus impulsos, y la mujer perdía su ingenuidad. La luna de miel constituía un tiempo libre de represiones y presiones familiares, en el que la nueva pareja descubría los pormenores de la vida sexual”.
Pese a estas representaciones sociales, la sicóloga Renata Ortega cree que antes, para gran parte de los recién casados, la realidad se daba muy distinta a lo que esperaban y las expectativas del hombre y la mujer eran tremendamente altas e irracionales, lo que hacía que muchas veces estos espacios fueran más bien frustrantes y poco gozosos.
La terapeuta piensa que en la actualidad todavía hay parejas que experimentan estas sensaciones, pero sostiene que el contexto es distinto y que los cambios no hacen menos gozosos estos momentos: “Hoy, buena parte ya ha experimentado una vida sexual previa; las edades son más altas, por lo que tienen un mayor criterio de la realidad, y hombres y mujeres están aprendiendo a no guiarse por patrones preestablecidos y a respetar sus intereses y necesidades por sobre lo impuesto socialmente, lo que es un gran avance”.
A pesar de los cambios, la primera noche y su prolongación, la luna de miel, continúan condensando una imagen idealizada de la relación de pareja y hay una noción preconcebida de que tiene que ser perfecta. Así lo piensa el siquiatra y terapeuta de pareja Fernando Rosselot, quien cree que tanta expectativa se transforma en presión e inhibición.
“Hay parejas que llevan años de vida sexual y esperan que algo mágico suceda esa noche, pero no pasará, porque probablemente la sexualidad no tendrá nada muy distinto de lo que ya ha tenido; lo importante es el cuento que le pone cada uno. Muchas veces existe la ilusión de que vendrá incluido el erotismo o la activación pasional y no viene. Lo especial no tiene que ver con el ajuar ni con el lugar escogido, si no con lo que ocurre entre ellos, con su capacidad para armar una onda erótica o un juego de seducción”.
Para Renata Ortega, lo importante es que las parejas hagan de estos espacios una búsqueda de intereses comunes que contribuyan a pasarlo bien, para ser retomados en los momentos cotidianos que les tocará vivir. También es tiempo para descubrir formas de obtener placeres más allá del sexual. “Me refiero al placer de caminar juntos, de comer cosas ricas mirándose a los ojos, de dormir todo lo necesario, de reírse de sí mismos, de tocar y ser tocados, respetando sus propias inquietudes y necesidades. Mi experiencia es que un comienzo así da un piso afectivo y sensual que permite empezar con excedentes la vida cotidiana de pareja”.
Cuatro matrimonios jóvenes, con enfoques muy distintos en sus relaciones previas, confiesan cómo vivieron la primera noche y lo que vino después.
Huracán imprevisto
A las seis de la mañana, Mauricio (33, médico) y Alejandra (28, periodista) despidieron su fiesta matrimonial. La novia, con el vestido puesto, manejaba por todo Santiago en busca del bolso de su marido, quien lo había dejado en el auto de un amigo. Finalmente, después de un recorrido largo, llegaron a su gran habitación en el hotel Sheraton. “Comimos algo, porque estábamos muertos de hambre, luego hicimos lo que teníamos que hacer para no romper con la tradición y dormimos hasta el otro día”, cuenta Alejandra, quien a pesar de tener muy buenos recuerdos cree que la noche de bodas “es un mito con todas sus letras, porque ya no es lo que era. Si las expectativas son diferentes, ¿cómo puede pensar alguien que va a ser la más romántica de su historia personal, cuando ya ha compartido una vida sexual con su pareja? Tampoco es la más adecuada, por el cansancio y los nervios. Realmente pienso que lo entretenido es descansar en un hotel bueno y que te atiendan, el resto son ilusiones que no se cumplen. En mi caso, igual hicimos el amor, pero no fue la mejor actuación de nuestras vidas, estábamos cansados y Mauricio, más encima, iba con unos tragos de más. Casi que fue para no romper con la tradición. No tengo duda de que las noches más románticas han sido en mi casa y en nuestra cama de casados”.
Ni siquiera estuvo bien la luna de miel, “que no resultó el viaje más especial de nuestras vidas ni el mejor. Hay una gran presión social para que así sea, pero todos los que he hecho con mi marido han sido distintos y únicos. Éste no fue el más guau, sino uno más”.
A la pareja, además, no se le dieron las condiciones para que resultara relajada. Después de unos días en Guatemala y otros en la espectacular isla de Roatán, en Honduras, soplaron unos vientos fortísimos que culminaron con el huracán Mitch, por lo que debieron guarecerse durante una semana con treinta personas más, en el subterráneo del hotel, con cero privacidad.
“Tampoco creo que si no fuera por la tormenta habría sido el viaje de nuestras vidas, porque no había novedades, no era la primera vez que despertábamos juntos o nos quedábamos solos por unos días. Sólo fue bueno para descansar”, concluye Alejandra.
Se quedaron dormidos
Después de bailar toda la noche, sin haber tomado mucho y agotados, Pedro (29, abogado) y Francisca (26, artista) llegaron al hotel a las seis de la mañana. Era el momento con el que Francisca había soñado durante toda su vida, pero reconoce que finalmente no fue tan especial, porque no había nada nuevo, no era la primera vez que dormía con Pedro, y a pesar de que se había preparado buscando la camisa de dormir más sexy, el sueño y el cansancio de la fiesta fueron más grandes que el romanticismo. “Nos dieron una pieza increíble, comimos unos chocolates, porque estábamos muertos de hambre y muy cansados por la emoción del día. Mientras me desarmaba el peinado y me sacaba el maquillaje, mi marido estaba quedándose dormido sobre la cama, y cuando llegué, prácticamente roncaba. No me desilusioné ni mucho menos, estaba igual de cansada que él, no estábamos urgidos por hacer el amor ni llenos de expectativas, nos dio sueño y nos quedamos dormidos. La verdad es que no me enrollé y el ajuar y la camisa de dormir sexy tuvieron que esperar la luna de miel, donde habría más tiempo”, cuenta Francisca.
Al día siguiente fueron a la casa de los papás de Francisca, porque los irían a dejar al aeropuerto para que partieran rumbo a Tailandia. “Cuando ya nos íbamos a embarcar, sentí una mezcla de sensaciones. Estaba súper contenta de irme con Pedro, pero no entendía mucho lo que pasaba. Todo sucede muy rápido, de un día para otro estás casada, te vas de viaje y dejas a tu familia y los amigos acá”.
Era la primera vez que viajaban juntos fuera del país y Francisca lo recuerda como algo increíble y romántico. Se levantaban muy temprano para aprovechar el día, luego vendrían las playas y el descanso. “Estar sola con Pedro y recorrer con él países tan lejanos y distintos a Chile fue una experiencia preciosa, compartimos mucho y creo que eso sirve para la vida futura. Tuvimos millones de momentos románticos, pero entre los que más recuerdo hubo una puesta de sol espectacular. A pesar de que estábamos lejos de mi familia, siempre me sentí muy segura con mi marido, sabía que nada malo me iba a pasar junto a él”.
Para Francisca, la luna de miel superó sus expectativas: fue el viaje más lindo de su vida. Desde siempre había soñado con un lugar exótico, y aunque reconoce que la mayoría de las parejas actuales ya ha tenido una convivencia sexual previa cree que la magia de esos momentos no se pierde por haber hecho el amor antes. “Igual hay un gran significado, te estás casando, inicias una vida juntos y todo está recién empezando con alguien con quien has compartido mucho, lo que ayuda a disminuir el nerviosismo”.
Dispuestos a todo
Aunque la convivencia en pareja para Nicolás (27, arquitecto) y Antonia (26, diseñadora) no comenzó con la noche de bodas, para ellos era muy importante hacer el amor ese día. Y pusieron todas sus energías para que fuera una ocasión especial. Antonia no fue más los fines de semana a la casa de Nicolás, justo un mes antes de la ceremonia, y para que fuera algo aún más esperado, dejaron de lado su vida sexual un mes y medio antes.
No sólo esta abstinencia sería el aporte “mágico” para la primera noche, también algunas innovaciones en el terreno sexual. “Sabíamos que no sería lo mismo si fuéramos vírgenes, era imposible renegar que teníamos una vida sexual bastante avanzada, pero era rico guardarse para ese día, intentando revivir un poco las expectativas con las que había soñado desde que era chica: una noche especial, no llegar agotados y quedarse dormidos como lo hacen muchos”. Haciendo el amor se consumaba el sacramento, como les había dicho el sacerdote quien los casó, en las charlas matrimoniales. “Era como reafirmar el significado del rito, y cada vez, que lo hiciéramos, Dios nos bendeciría”, cuenta Antonia.
El despertar juntos “fue rico, cotidiano y relajado”. Partieron a su departamento y antes de cruzar la puerta, Nicolás la tomó en brazos. Esa noche durmieron en su casa actual y al otro día muy temprano partieron a Brasil por veinte días, cada uno muy preparado. Ella, con su ajuar y él, con pijamas nuevos para sorprender a la novia.
No era la primera vez que viajaban juntos, pero se sentían muy especiales. Y más que esperar de la relación, Antonia cree que tenían miedo de aburrirse y que los lugares no fueran tan maravillosos como lo habían programado, pero todo resultó estupendo.
“Fue un viaje muy entretenido, conversamos, hicimos hartos paseos y estábamos cada uno con muy buena disposición, pendientes de que el otro lo pasara bien. Dispuestos a hacer el amor, a ser felices, a estar de buen humor, a reírnos y hasta a tirarnos en paracaídas si lo hacíamos los dos”. Recuerda que una vez se pelearon y que lo único que querían era olvidarlo, “porque podrá haber muchos viajes, pero luna de miel, una sola”.
Inexperta total
Hace dos meses que Claudia (25, parvularia) y Adolfo (28, ingeniero comercial) llegaron de su luna de miel en el Caribe. Después de tres años y medio de pololeo, la noche de bodas sería el comienzo de su vida sexual y Claudia se preparó. “Me compré mucha ropa interior, era un momento muy especial para los dos y quería ser muy delicada. Igual reconozco que en la fiesta estaba asustada, nunca habíamos hecho el amor y era inexperta total. Sólo tenía las referencias de mis amigas, pero me daba pavor que no me gustara o que el momento que debía ser el más romántico de mi vida resultara un fracaso”.
La fiesta se dio en la Casona San Ignacio y después de bailar mucho, Claudia se fue a cambiar a una pieza especial para ella. Cuando su madre y sus hermanas le quitaban el vestido, se le empezaron a caer las primeras lágrimas que se extenderían hasta los primeros días de la luna de miel. Su mamá la tranquilizó y le dijo que era normal, que se trataba sólo de miedos momentáneos y que ahora tenía que pensar en una vida con su marido. Así que se secó la cara y partió con Adolfo al hotel Hyatt. “Él estaba demasiado urgido y eso me puso más nerviosa. Camino al hotel me decía que el momento ya había llegado y que no podía arrancarme esta vez. Eran bromas, pero aumentaban mis miedos, así que cuando llegamos a la pieza le dije que estaba demasiado cansada y que lo dejáramos para después. Se enojó bastante, pero con lo que había tomado se quedó dormido. Yo me quedé pensando en que el momento había llegado y nada pasó, en que una de las supuestas mejores noches de mi vida se me había ido de las manos. En realidad, estaba asustada, me daba miedo pasarlo mal en la cama y que Adolfo terminara apestado. Es tanto lo que había escuchado sobre eso, que era imposible dejarlo fuera de la enorme pieza”.
Para Claudia, el verdadero relajo vino en las playas de Cuba, cuando estaban solos, sin nadie que los interrumpiera. Recuerda que fue ahí donde pudo liberarse un poco y pasarlo bien: “Me relajé, pero me costó, porque estaba con demasiadas expectativas de que todo fuera perfecto. Y no lo fue tanto, porque comenzar una vida juntos no es fácil para nadie. Pero a pesar de las discusiones, porque echaba bastante de menos, lo pasamos bien. Ahora estamos planeando un viaje para el próximo año y creo que esta vez será mucho más relajado”.