“en Fátima, la Virgen eligió el corazón inocente y la simplicidad de los pequeños Francisco, Jacinta y Lucía, en los cuales depositó su mensaje. Estos niños lo escucharon dignamente, y así fueron reconocidos como testigos fiables de las apariciones y se convirtieron en modelos de vida cristiana”.
“Con la canonización de Francisco y Jacinta se ha querido proponer a toda la Iglesia su ejemplo de adhesión a Cristo y de testimonio evangélico. Su santidad no es consecuencia de las apariciones, sino de la fidelidad y del ardor con los que han correspondido al privilegio recibido de poder ver a la Virgen María”.
“Después del encuentro con la ‘bella Señora’, recitaban frecuentemente el Rosario, hacía penitencia y ofrecían sacrificios por el fin de la guerra y por las almas más necesitadas de la divina misericordia”:
El Papa destacó que al haber vuelto anoche de su viaje a Fátima, “nuestra oración mariana de hoy asume un significado particular lleno de memoria y de profecía que mira la historia con los ojos de la fe”.
“En Fátima me he sumergido en la oración del santo pueblo fiel, oración que allí fluye como un río desde hace 100 años para implorar la protección materna de María sobre el mundo entero”.
El Santo Padre afirmó que el mensaje de la Virgen en Fátima sigue estando plenamente vigente en nuestros días, e insistió en la necesidad de oración en estos días en los que el mundo sufre las consecuencias del pecado.
“También en nuestros días hay mucha necesidad de oración y de penitencia para implorar la gracia de la conversión, como como el fin de los absurdos conflictos, grandes y pequeños, y de la violencia que desfiguran el rostro de la humanidad”.
“Dejémonos guiar por la luz que llega de Fátima. El Corazón Inmaculado de María sea siempre nuestro refugio, nuestra consolación y el camino que nos lleve a Cristo”
n este sentido, Francisco a los enfermos los animó a ofrecer sus sufrimientos a Dios. “Vivid vuestra vida como una gracia y decidle a Nuestra Señora, como los pastorcillos, que queréis ofreceros a Dios con todo el corazón. No os consideréis solamente como unos destinatarios de la solidaridad caritativa, sino sentíos partícipes a pleno título de la vida y misión de la Iglesia”.
“Vuestra presencia silenciosa –subrayó–, pero más elocuente que muchas palabras, vuestra oración, el ofrecimiento diario de vuestros sufrimientos, en unión con los de Jesús crucificado por la salvación del mundo, la aceptación paciente y hasta alegre de vuestra condición son un recurso espiritual, un patrimonio para toda comunidad cristiana”.
Y les exhortó: “¡No tengáis vergüenza de ser un tesoro valioso de la Iglesia!”. “Jesús va a pasar cerca de vosotros en el Santísimo Sacramento para manifestaros su cercanía y su amor. Confiadle vuestro dolor, vuestros sufrimientos, vuestro cansancio. Contad con la oración de la Iglesia que, por vosotros y con vosotros, se eleva al cielo desde todas partes. Dios es Padre y nunca os olvida”, concluyó.