El P. Raniero Cantalamessa, Predicador de la Casa Pontificia, dedicó su quinto sermón de Cuaresma al tema de la pureza cristiana, recordando el texto de la Carta a los Romanos que jugó un papel clave en la conversión de San Agustín: “Dejémonos, pues de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz”.
P. Raniero Cantalamessa, Predicador de la Casa Pontificia. Foto: Holy Trinity Brompton |
Las obras de las tinieblas se identifican para el Apóstol con los deseos de la carne mientras que las “armas de la luz” corresponden a las obras del Espíritu, expresadas en la pureza. La actitud cristiana hacia el cuerpo supera de una forma fundamental el autodominio valorado incluso por los paganos. “El cuerpo no está destinado para la inmoralidad, sino para el Señor”, declara la Carta a los Corintios. “La pureza cristiana, en otras palabras, no consiste en establecer el dominio de la razón sobre nuestros instintos tanto como en establecer el dominio de Cristo sobre la persona completa, incluyendo la razón y los instintos de una persona”, explicó el p. Cantalamessa.
“Este motivo cristológico para la pureza se hace más convincente por lo que San Pablo agrega en el mismo pasaje: no somos genéricamente ‘de’ Cristo, como su propiedad o algo que le pertenece, ¡somos el mismo cuerpo de Cristo, sus miembros!”, expuso el sacerdote. Otros pasajes de la Escritura identifican al cuerpo humano como “templo del Espíritu Santo” y como una realidad destinada a la glorificación en la presencia de Dios tras la resurrección.
Esta nueva forma de vivir, que se proyecta a los diferentes estados de vida y se manifiesta no sólo en el cuerpo sino en el pensamiento, el lenguaje y los deseos, ha sido un notable testimonio de la fe cristiana a través de los siglos. “La tradición cristiana, que llama a la pureza la ‘bella virtud’, ha captado esta visión bíblica que, a pesar de los abusos y los acentos a menudo unilaterales que se han producido, expresa algo profundamente cierto. ¡La pureza es, de hecho, belleza!”, agregó el predicador.
En contradicción a una gran atención prestada históricamente a la pureza y la promoción destacada de su aspecto negativo (el decir “no”), “hemos ido al extremo opuesto, y la gente tiende a minimizar los pecados contra la pureza en interés de la preocupación (a menudo solo verbal) por el prójimo”. El P. Cantalamessa explicó que no sólo no existe contradicción alguna entre pureza y caridad, sino que ambas virtudes son interdependientes.
“La pureza y el amor al prójimo representan el dominio sobre uno mismo y el don del yo a los demás. ¿Cómo puedo entregarme si no me poseo, sino que soy esclavo de mis pasiones?”, cuestionó el religioso. “Es una ilusión pensar que podemos combinar un servicio genuino con hermanos y hermanas, que siempre exige sacrificio, altruismo, olvido de nosotros mismos y generosidad, con una vida desordenada personalmente, todo dirigido a complacerse a uno mismo y satisfacer las propias pasiones. Inevitablemente se termina usando a los hermanos y hermanas, así como uno usa su cuerpo. Aquellos que no pueden decir ‘no’ a sí mismos no pueden decir ‘sí’ a los hermanos y hermanas”.
Con información de P. Raniero Cantalamessa.
Contenido publicado en es.gaudiumpress.org, en el enlace http://es.gaudiumpress.org/content/94008#ixzz5B4mpuJQV
Se autoriza su publicación desde que cite la fuente.