El desafío de Schoenstatt
Por Pablo Vidal, schoenstattiano y vocero de Voces Católicas
A dos semanas de la publicación del artículo donde se exponen antecedentes de denuncias de abusos de poder e incluso una situación de carácter sexual que se vinculan con el padre José Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt, así como de variadas explicaciones, comunicados, desclasificación de antecedentes y hasta de documentos; como laico católico me hago la pregunta: ¿Cuál es el desafío que Dios le pide asumir al movimiento de Schoenstatt?
A dos semanas de lo acontecido, pienso que los desafíos son múltiples.
En relación con la acusación, no existe claridad objetiva de los hechos y más bien una gran asimetría de información entre los miembros. Hace solo unos días se configuró una comisión independiente para revisar los archivos e investigar la veracidad e implicancias de estas acusaciones que datan de 70 años atrás.
Con respecto a la reacción del movimiento frente a esta acusación, hay cuatro lecciones que debemos aprender de las experiencias dolorosas vividas al interior de la Iglesia en los últimos años.
La primera es asegurar la dignidad, respeto y cuidado por los afectados. Primeramente, con las denunciantes, sobre las cuales poco o nada sabemos, salvo comentarios a ratos poco afortunados. Pero también con los acusados, con los involucrados y especialmente con todos los miembros de movimiento a los que se nos omitió historia y se nos privó de documentos importantes.
En segundo lugar, entregar más protagonismo y rol a los laicos, que hasta ahora vagamente han aparecido en escena. Reemplazando modelos verticales e individualistas de toma de decisiones por otros más horizontales y representativos, minimizando asimetrías de información y promoviendo tanto la colaboración, como el bienestar colectivo.
En tercer lugar, revisar más objetiva y maduramente la historia y el rol del fundador en el movimiento; atreviéndonos a responder a la pregunta ¿quién era el Padre José Kentenich?, y abriéndonos a la crítica y al desacuerdo frente a definiciones que en el pasado parecían correctas, pero que hoy deben se actualizadas y confrontadas.
Por último, instaurar la transparencia como valor fundamental. Siendo proactivos en ella y aboliendo cualquier forma o procedimiento paternalista que justifique la omisión de información o que obstaculice la búsqueda de la verdad y la justicia.
Es de vital importancia que como familia nos pidamos perdón. Asumamos responsabilidades colectivas y particulares, realicemos una autocrítica profunda y renovemos estructuras para evitar repetir situaciones como ésta en el futuro.
A dos semanas, la única certeza que tengo, es que se esclarecerá la verdad (por dolorosa que sea) si acogemos estás lecciones y nos arraigamos profundamente a Dios y la Virgen, nuestra madre y modelo, que, providencialmente y como si hubiera querido adelantarse a lo que vendría, fue entronizada por nosotros mismos como Reina de la Conversión. Tal vez, la conversión y transformación del movimiento de Schoenstatt.