Padre Humberto Andwanter

P. Humberto Anwandter Paredes (1931 – 2018)s que el P. Humberto
Es el primer sacerdote chileno schoenstatteano, de la generación de Bellavista. El conoció y vivió con nuestro Padre Fundador, durante sus tres últimos años de vida, en Alemania.  Basta con recordar lo que dijo el Padre Kentenich sobre él: “el P. Humberto es quien mejor comprendió mi pensamiento”.Conoció al Padre Kentenich el año 1951 en Bellavista, cuando él vino a dar un terciado para tres padres pallotinos.  A su vez participó de un triduo pedagógico, “Desafío de la época actual”, para personas del Movimiento, que comenzaba por esos años (señoras, juventud masculina y femenina). El Padre Kentenich volvió al año siguiente, camino al exilio, y se encontró con el P. Humberto por segunda vez, estando ya en el noviciado.
Con cada persona que muere, muere un mundo”, dice Gerhard Hauptmann, “y cada uno que muere, lleva algo de nosotros consigo”.  Y deja algo de él con nosotros. Como cristianos, sabemos que queda con nosotros.  Cuando el 29 de julio murió el P. Humberto Anwandter, de la generación fundadora de Schoenstatt y de los Padres de Schoenstatt en Chile, murió un mundo grande, una historia de alianza, una historia especialmente de alianza con el Padre Kentenich y de acercar a las generaciones más nuevas al profeta.
En Linares, Chile,  vivió su primera infancia.  Luego al lado  del colegio de los Sagrados Corazones situados en la Alameda  Santiago de Chile. Fue un destacado alumno, sereno, algo tímido. De  adolescente tenía por confesor al P. Damián Symon, quien también fue el confesor del P. Alberto Hurtado. Humberto visitaba y acompañaba a los presos de las cárceles.Se planteaba seriamente una necesaria y honda reforma estructural de Chile. Eduardo Cruz-Coke era, para él, un referente del catolicismo social.
Al entrar a la universidad, participó  de la Acción Católica, asesorada por el P. Hurtado y por Mons. Jorge Gómez. Y también por el P. Florencio Infante,  quién  influyo en la búsqueda de las fuerzas originales de Chile como patria.
Estudió ingeniería en la Universidad de Chile. Entra a  Juventud Masculina del Movimiento de Schoenstatt y se integró a  los“Caballeros del Fuego en torno al Cenáculo de Bellavista, bajo la conducción del P. Ernesto Durán y del P. Benito Schneider, el director espiritual de Mario Hiriart. Entra a los Padres Palotinos. Junto con Anselmo Cerró, un joven venezolano, toma el hábito religioso el 30 de marzo de 1952, de manos del P. José Kentenich. Ambos jóvenes, junto a Vicente Olea, Lorenzo Sandoval y Narciso Costa, conformaron el primer curso de la fundación de palotinos
schoenstattianos chileno  “Instrumentos Marianos de Victoria”.  En medio de las noches más oscuras de la difícil historia de confrontación de Schoenstatt con el Santo Oficio de la época, él cultivó una esperanza irrestricta. “Mater perfectam habebit curam”. Es decir: “La Madre
cuidará perfectamente” de lo que está en peligro, a lo que el P. Humberto agregó dos breves
palabras, “et victoriam – y nos dará la victoria”.
Volvió a Chile en la Navidad de 1960. En la Eucaristía de medianoche, él entronizó en el altar del Santuario Nacional de Chile en Bellavista,  la “Cruz de la Unidad”.
Cuando ya fue posible dar los primeros pasos fundacionales del Instituto de los Padres de
Schoenstatt, el P. Kentenich  lo nombra parte del consejo  junto al Superior General, P. Bodo Erhard,  por 24 años.
 “El P. Humberto vivia  lo que predicaba Esa irradiación era silenciosa, pero eficiente. Todo lo que él entregaba en liturgias y reuniones, era sólido. Su estilo era persuasivo, muy respetuoso del oyente.
Era delicadamente personal en todo. Fidelísimo a cada uno de los contactos que iba
anudando, discreta y finamente, con las personas que la Providencia le ponía cerca en
sus caminos. Creaba profundos vínculos de fraternidad y paternidad.
En sus últimos años, enfermó de cáncer. Cuando la enfermedad se hizo más aguda, debió
dejar su labor apostólica en Concepción. Fue madrugador.
Fue trasladado a la casa de salud de los Padres de Schoenstatt, llamada Porta Coeli, en Bellavista. Se incorporó con gran naturalidad a un ritmo distinto y a una vida retirada y silenciosa. También en este escenario fue ejemplar en la fraternidad, en la oración, y en la irradiación de una paz
serena y profunda. En los últimos dos meses, ya no celebraba solo la Santa Misa, concelebraba desde una silla próxima al altar.
 Ya en las últimas dos semanas, no respiraba bien. . Llegaba alguno de sus hermanos de generación, o de comunidad de casa, y él, con una voz frágil, decía  el nombre propio de cada uno, agregando: “Hermano, gracias, gracias por todo, muchas gracias”.  Una noche, bien
agotado pero muy lúcido, repitió varias veces el ideal carismático de su generación
sacerdotal, formulado en latín: “Unum in Sanguine – Somos Uno en la Sangre”, y
agregaba pausadamente: “Non sine sanguine”, repitiendo lo que en castellano significa:
“Uno en la Sangre, no sin la sangre…”. Hacia el final, en una de sus últimas noches, con
los ojos bien abiertos y serenos,  y agregó nítidamente, con voz firme: “El Papa, el Papa, non sine sanguine,no sin sangre”.
Muere el domingo  29 de julio de este 2018.  día Santa Marta, la de Betania, la santa patrona de la mamá de Humberto. 
Bellavista, 1 de agosto, 20. Humberto Anwandter – Padre de Padres

Entrevista  al Padre

Usted conoció de cerca al Padre José Kentenich, ¿cómo fue su relación con él?

– Estuvimos compartiendo techo con el Padre, durante 10 días mientras estábamos en el noviciado, pero lo veíamos poco.  Predicó en la misa de nuestra toma de hábito, que está publicado con el nombre “La llave para entender Schoenstatt”. Ahí muestra la fuerza propulsora de la Alianza de Amor, la importancia del conocimiento de la Fe práctica en la Divina Providencia y la filialidad como eje central de la pedagogía de Schoenstatt.  El nos preparaba para ir a Alemania, sabía que sería la última visita, estaba separado de la obra.  El 5 de abril de 1952 parte al exilio y nosotros al noviciado, durante ese tiempo les escribíamos. El nos envió una imagen de la Mater con una dedicatoria para nuestra ordenación sacerdotal.  Lo visité tres veces en Millwaukee y en 1964 pude estar 10 días con él.  En 1965 estuvimos juntos en Roma, cuando recibe el telegrama en que queda liberado del exilio. Los últimos tres años en Schoenstatt tuvimos encuentros en la Dirección General. También cuando había visitas de habla hispana yo hacía de traductor. El día antes de su muerte, 14 de septiembre, cenamos juntos, ahí planificaba para octubre un viaje a USA y Latinoamérica. El día 15 en la mañana, mientras el muere, yo celebraba la misa para las Hermanas. En él encontré un padre de misericordia, con ninguna otra persona pude abrirme como con él. (Ver “P. Humberto Anwandter: Los últimos recuerdos del Padre” en Vínculo 204, septiembre 2006).

Conocí a un sacerdote que me valoró y puso su confianza en mí. Me mostró que Dios escoge a pesar de la debilidad, entregando un amor de Padre que enaltece, a pesar de que vivíamos en un mundo moralista. Si una persona humana era capaz de tanta comprensión en la tierra, yo pensaba ¿cómo sería el Padre Dios? Fue un educador que tenía dos características fundamentales: paternal y profético.  Paternal para acoger a la gente y conducir hacia Dios y Profético porque diagnosticaba el tiempo, no sólo los males, sino las raíces de los problemas y las respuestas. Tenía la capacidad de descubrir la voz de Dios en lo positivo y en lo negativo. Si Dios permite eso, decía, es para algo bueno.

¿Cómo se logró la unidad de la Familia de Schoenstatt en Chile, simbolizada en la Cruz de la Unidad?

– El milagro de la unidad en Chile se logró después de la crisis o escándalo de la desunión entre dos grupos de la juventud universitaria, unos seguidores del P. Benito Schneider y otros del P. Ernesto Durán. En su momento fue un problema que incluso hizo que obispos intervinieran y se prohibió que el Movimiento de Schoenstatt creciera, porque era una desunión muy visible. Colocar la Cruz de la Unidad fue el comienzo de la unión. En ese momento me tocó regresar de Alemania a Chile y traer la Cruz. Este símbolo marcó el pasado y restauró una herida, en la que participaron Mario Hiriart, Hermanas de María, dirigentes de la juventud que se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo. Hasta ese momento nos jactábamos de unidad, sin embargo, los sentimientos pueden ser buenos pero cuando están heridos es muy fuerte. La unidad era un regalo, la división es muestra del mecanicismo. La unidad es un don que hay que cuidar y alcanzar  unidad en la diversidad. Es un tesoro regalado en Bellavista, al igual que en el Cenáculo. El Espíritu Santo crea carismas al servicio de la Iglesia, aunque la tarea no siempre es fácil de velar y cuidar. Es una gracia que hay que pedir, un don del Espíritu Santo, que permite que Schoenstatt sea y colabore para que los carismas en la Iglesia se consoliden, porque los Movimientos tienen que ser los garantes de la vitalidad de la Iglesia. Es importante conocer el carisma de cada Familia. El secreto de la unidad es la Alianza de Amor con la Mater.

 ¿Cuáles son los hitos, con minúscula, de la historia del Movimiento después de la muerte del Padre?

– En el encuentro de 1992 en Florencio Varela, Argentina, donde se celebraron los 50 años del 20 de Enero, la Familia latinoamericana valoriza y ve la importancia del segundo hito, destacando que este hito lleva a Dachau. A su vez,  el 31 de mayo de 1999, al cumplir 50 años, se celebra con toda la Familia internacional en Bellavista, en la que se hace una declaración conjunta dando una valorización especial a Millwaukee, donde los laicos tuvieron más acceso al Padre Fundador, dando una vivencia de su paternidad sin título.

¿Cuáles han sido los ejes de su experiencia sacerdotal durante estos 50 años?

– Hoy al celebrar los 50 años de sacerdocio, puedo decir que no es algo personal, porque la Mater ha sido fiel a mi vocación y le agradezco a Ella por su fidelidad.  He tenido muchas experiencias y vivencias importantes a lo largo de mi sacerdocio. El tiempo de tres años que estuve con el Padre Kentenich, fue un privilegio y en forma especial haber podido acompañarlo en su última cena.  También pude llevar su ataúd en el Santuario Original. Poder despedir al Padre y acompañarlo esos 5 días antes de su entierro, (murió el 15 y fue enterrado el 20 de septiembre). Haber participado de la construcción y bendición del santuario de Sión, de los Padres de Schoenstatt en Alemania.  Hasta hace 5 años, mi trabajo en la Federación de Familias. Los  inicios en la Rama de Matrimonios en el año 1963. Es un privilegio el trabajo con familias, ver cuando son familias que luchan por la santidad, porque ésta es el núcleo básico de cada persona.

¿Cómo ve la importancia de Schoenstatt en el futuro de la Iglesia?

– Va a variar según cada país, continente y cultura. El crecimiento de Schoenstat en una verdadera internacionalidad, no sólo en lugares, sino en las comunidades. Me alegra ver el surgimiento de una Federación de mujeres, de hombres, de sacerdotes en Chile. Schoenstatt llega hoy a muchos países y continentes como Africa y Asia.  Sin embargo, hay mucho que conquistar para llevarlo a otros países. El crecimiento y compromiso de Schoenstat en la Iglesia, no sólo estará dado en tener más obispos, sino que también hayan más laicos comprometidos con la lglesia y en muchos ámbitos de la sociedad como educación, política, economía, arte, comunicación, etc. El fin es llevar el mensaje del Padre con un compromiso cada vez mayor en el mundo, si queremos que el carisma del Padre llegue a la sociedad.  El futuro es prometedor, no porque sea fácil, sino por el diagnóstico que el Padre hizo hace 60 años.

 

 

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