Cedric siempre fue el primero. El fue de los primeros que se enraizó y creyó en esta tierra santa de Bellavista, la que amó con un profundo amor, en sus grupos (su querido grupo del Santo Graal: era el más joven, el más alto), en sus personas (Mario Hiriart), en los ideales de santidad y de misión. Vivió con conciencia de misión la santidad de la vida diaria en medio del mundo y el esfuerzo por hacer de su trabajo, un espacio donde se plasmara toda la realidad del Evangelio”.
Fundador de la Rama de matrimonios, del Instituto de familias y apoyo constante para todas y cada una de las comunidades, Cedric es el signo regalado por Dios al abrir las puertas del Santuario que tanto amó. Para iniciar el camino jubilar, lo hemos visto dar el primer paso; conocimos personalmente a un fundador y a un padre como el Padre que lo educó.
“Si de verdad quieres conocer al Padre, tienes que escuchar a los Moller”
Era un día de lluvia torrencial y a Bellavista en esos años se llegaba sólo confiando ciega e irresponsablemente (en opinión de los papás) en la Divina Providencia.
Quería conocer a ese Padre que ya admiraba profundamente pero que no conocía con el corazón. Y me arriesgué; el agua en mi pequeño 600 me llegaba literalmente a los tobillos, pero estuve en el Centro de Peregrinos de Bellavista a la hora del encuentro.
Cedric y María Teresa eran el centro de la atención de los pocos que llegaron. Y con palabras sencillas, bromeando entre ellos, comenzaron a cautivarnos con su historia. La del Padre que recibió a su “pequeño José Engling” con un vaso de leche en Milwaukee. Y la del Padre que “como un inmenso yunque destrozaba poco a poco o violentamente mi orgullo y mi tenacidad obstinada”, como repetía Cedric en un testimonio. Y concluía: “Nunca me han golpeado tan fuerte con la verdad. Hasta que lentamente entendí. A un torrente, a un torbellino, no se le ayuda con mano suave”.
“Pudo llevar la cruz, sobrepasar sus sombras y alzarse como una estrella luminosa, gracias a que se transformó y vivió como un hijo del Padre Fundador”, dijo el Padre Mariano Irureta en la homilía de sus funerales.
Hoy, en la misma tierra santa que recorrió rumbo al Santuario una y mil veces, Cedric nos dice cómo abrirnos a la gracia de Dios. Y renovarnos y llenar nuestros corazones de su espíritu, y comenzar desde el principio con las fuerzas originales. Las fuerzas que el Padre, a través suyo nos regala como fundamento vivo de esta familia.
Alto como un estandarte del Padre que siguió con fidelidad heroica, Cedric es nuevamente nuestro guía hacia la vivencia única de este año de gracias y alegría.